Mientras revistaba la carpeta de notas que había escrito para el Diario La Nación, encontré esta entrevista que le hice, hace algunos años atrás, a Jean Shinoda Bolen, médica y analista junguiana. En la que explica por qué las mujeres serán las protagonistas del cambio en el mundo y lo que dice es tan vigente que decidí compartirlo.
“Para salvar al mundo, las mujeres
deben reunirse”
Lo primero que llama la atención de Jean Shinoda Bolen es
su nombre. Norteamericana de nacimiento pero nieta de japoneses, decidió
conservar su nombre japonés (Shinoda) como rasgo cultural distintivo. “Lo
japonés en mi aparece (además de en mi nombre) en mi gusto estético. Vivo en
California, en una casa recostada sobre una montaña que mira hacia la bahía. La
sencillez de sus líneas y lo despojado de sus espacios es muy japonés”. Lo segundo que impacta de esta mujer de estructura
pequeña es su voz, clara, vibrante y juvenil. Se adivina, en cambio, una enorme
fuerza interior, una que la llevó a tener dos hijos, Melody (médica pediatra de
treintilargos años) y a André, que murió cuando tenía 29, años aquejado de una
rara enfermedad. Y que también la lleva a repartir sus días entre la escritura
de sus libros-más de 10 títulos traducidos a más de diez idiomas-, su trabajo
clínico y sus conferencias alrededor del mundo.
¿Por qué dice que
serán las mujeres las que cambiarán el mundo? Y en todo caso, ¿cómo se
beneficiaría la humanidad con dichos cambios?
Cuando digo que las mujeres cambiarán el mundo lo digo
porque creo que una gran mayoría de ellas trae consigo un deseo de paz y de
cuidado de los más jóvenes. Vienen dispuestas a aportar a la humanidad dos
energías poderosas y transformadoras: la maternal, con su ternura y la de la
hermandad, con su equidad. Sin embargo, no creo que todas las mujeres traigan
ese potencial de cambio porque de hecho las mujeres más tradicionales o “patriarcales”
no están involucradas en este proceso. Ahora bien, esta modificación es muy
relevante porque significa un cambio de paradigma en la relación entre hombres
y mujeres, el pasaje de una relación de dominación a una relación entre
iguales. Algo que se viene dando en el mundo y que creo hace falta estimular
para que siga fortificándose.
En este contexto, ¿cuál
es el rol que cumplen los “círculos de mujeres” que usted insta a formar?
Un círculo de mujeres digno de confianza tiene un centro
espiritual y una poderosa capacidad de transformar a las que lo constituyen.
Funcionan, además, como grupos de apoyo, como sostenes o plataformas de
lanzamiento desde las cuales emprender todos los cambios con los que se sueñan.
Cumplen un rol sumamente importante en este proceso de cambio del que hablamos porque
es una manera de llevar conciencia de forma “viral” al resto del mundo. Es
precisamente lo que los grupos de apoyo de mujeres hicieron en los años 70 en
los Estados Unidos. Sostuvieron a sus
pares para que hicieran lo que cada una de ellas quería y necesitaba y en menos
de una década las mujeres cambiaron tanto…Con las comunicaciones actuales ¡cuanto
más pueden hacer unas mujeres por otras, aunque estén separadas por océanos!
Por eso digo que para salvar el mundo las mujeres deben reunirse.
En la práctica ¿cómo
es que los “círculos de mujeres” activarán este
cambio del que habla?
En muchos círculos hay además de mujeres, muchos varones
trabajando. Son espacios que aportan una experiencia extraordinaria de equidad.
Son círculos cuyo centro es la sabiduría y la compasión y es precisamente este
tipo de organización la que logrará un cambio en la conciencia y en el tipo de
relaciones que unen a hombres y a mujeres. Estos círculos trabajan para que
mejoren las personas que los conforman, para que mejoren los pueblos en los que
están… a la IV Conferencia Mundial
de la Mujer
realizada en 1995 en Beijin asistieron
50.000 mujeres. A la próxima, si los Estados Unidos la auspiciaran, podrían
asistir 100.000 mujeres. Esto podría significar un gran paso en la conciencia y
sin duda es urgente que lo demos porque no tenemos tiempo.
En su libro Mensaje Urgente a las Mujeres usted
afirma que es tiempo de que el mundo reconozca que necesita de la “sabiduría
femenina”. ¿A qué sabiduría se refiere?
Me parece que las mujeres, desde muy jóvenes, tenemos
conciencia de que no lo controlamos todo. La menstruación, la preñez, la
menopausia son procesos que nos llevan a que reconozcamos que somos más que
conciencia y deseo. Aprendemos que estamos conectadas con los ciclos de la luna
y de las mareas… Incluso nuestra menstruación se acompasa a la de otras mujeres
si convivimos con ellas. La sabiduría femenina es una sabiduría de
interconexión. Desde pequeñas aprendemos la noción y tenemos la experiencia de
la interdependencia y esto es exactamente lo que el mundo precisa comprender:
si lastimamos una parte del planeta, todo el planeta sufre y nosotros con él. Si
una persona ejerce violencia sobre otra, toda la humanidad sufre. Si un niño
muere de hambre, morimos con él. No hay forma de sustraerse aun cuando creamos
que podemos hacerlo. Esa es la sabiduría que las mujeres pueden aportar.
¿Cómo se relaciona
esta idea de cambio planetario que usted plantea con el trabajo que ha hecho
estableciendo la relación entre diosas mitológicas y la energía femenina? En su
opinión, ¿cómo pueden estas diosas ayudarnos a comprender y a actuar en nuestra
vida cotidiana?
Si una mujer posee un talento y ella puede desarrollarlo a
lo largo de su vida, se siente satisfecha por haber podido desplegarlo. Si a
una mujer tiene una fuerte impronta maternal y puede tener hijos, es
enormemente feliz pariéndolos y criándolos. Si a otra mujer le gusta subir
montañas o cabalgar y no siente la necesidad de ser madre pero vive en una
cultura en la que no tenerlos es inaceptable, ella biológicamente podrá ser
madre, pero posiblemente no vivirá su maternidad como un deseo propio, como una
respuesta a su propia profundidad, sino como una respuesta a una obligación social.
Cada vida tiene un sentido y las mujeres que pueden contactar con los
arquetipos o patrones internos que emergen de su interioridad descubren por qué
algunas cosas les costaron tanto o por qué lucharon tanto por otras. Cuando una
mujer sabe qué “diosas” son las fuerzas dominantes dentro de ella, adquiere
auto conocimiento sobre la fuerza de ciertos instintos, las prioridades y
también las posibilidades de encontrar un propósito personal a través de las
elecciones que realiza.
¿Siente que el silgo
XXI ha olvidado a alguna diosa en particular?
Antes de contestar suspira con suavidad y ríe de buena
gana.
Creo que nuestro siglo tendría que descubrir o redescubrir
a Hestia, la diosa del hogar. Nuestra cultura parece más interesada en lo que
se ve que en el ser de una persona, pero Hestia es una diosa de la “interioridad”.
Es la que nos enseña, a cualquier edad, la habilidad de encontrar la paz y la
serenidad sin esperar que alguien la provea. Es la diosa con quien queremos
estar cuando anhelamos tener tiempo para estar solas, cuando la soledad es un
santuario. El fuego simbólico de Hestia es el centro espiritual o la presencia
interior que ilumina y acoge el cuerpo y la mente. Pero Hestia desaparece en
una cultura competitiva, con lo que creo que esa es la razón por la que tanta
falta nos hace hoy.
Hace poco,
conversando con un grupo de amigas, les pregunté si de poder elegir, escogerían
o bien envejecer y volverse sabias o bien mantenerse por siempre jóvenes.
Algunas en broma y otras no tanto eligieron la segunda opción. ¿Por qué cree
que nos cuesta tanto aceptar perder la lozanía?
Es que envejecer implica aceptar el cambio y las pérdidas,
por lo tanto es obvio que haya resistencias. Sin embargo, si además de ver
nuestro rostro surcado por arrugas, y de constatar que los hombres ya no se dan
vuelta a mirarnos, podemos también acoger y celebrar nuestros aspectos sabios y
compasivos, entonces comprendemos que cedemos algo para ganar otras cosas. A
una mujer le lleva nueve meses prepararse para el advenimiento de su hijo, pues
bien, para envejecer también se requiere de un tiempo. Y a medida que este
pasa, si eres sabia o tienes suerte te descubrirás siendo valiosa por cosas que
tienen que ver con tu profundidad y que no se perciben cuando entras en una
sala, pero allí están, brillando en tu interior.
Después de todo lo dicho, si
pudiera pedir un deseo sabiendo que le será concedido, ¿qué pediría?
¡Qué
pregunta!, luego de una breve pausa, desgrana con lentitud sus ideas. Aunque
creo que debería meditar bien mi respuesta, creo que lo que pediría es que se
detuviera la violencia contra las mujeres. Porque si se la frena, muchos niñas
y niños tendrían la posibilidad de tener infancias completamente diferentes.
¡Con ese sólo cambio tantas cosas serían diferentes en el mundo! Tanto de lo
malo de la humanidad proviene precisamente del abuso infantil que si pudiéramos ponerle fin, podríamos cortar
círculos de violencia que tienen que ver con que un niño abusado muchas veces
se convierte en un abusador. Mi deseo, mi sueño y mucho de mi trabajo tiene que
ver con que se pase del abuso de la violencia a la riqueza de la comunicación.
Realizado este pasaje, habremos dado un milagroso paso adelante en nuestra
evolución.
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