Ser mujer en el siglo XXI es mucho más difícil de lo que las generaciones anteriores a la actual jamás hubieran imaginado. Lo es incluso en el seno de sociedades capitalistas y liberales que son las que supuestamente resultan menos “opresivas” que las fundamentalistas de cualquier color político o credo religioso. Lo es, incluso un siglo después de que surgieran los primeros movimientos de liberación femenina que tanto han contribuido en favor de la equidad y la paridad entre los géneros.
Sin embargo, esta dificultad para “estar en el mundo” que sufren tantas mujeres se debe en gran medida a una sinergia de factores muy diversos que convergen en siete trampas o creencias que acechan a todas las mujeres de hoy, estén donde estén y tengan la edad que tenga. La gran mayoría de las mujeres que conozco ha caído, está por caer o por volver a caer en alguna de dichas trampas. Y aunque están a la vista, muchas no las advierten hasta que se descubren dentro de ellas, rascando sus bordes, desesperadas por volver a salir. Pero hacerlo ya no es tan fácil.
Estas siete trampas no son otra cosa que mitos o creencias equívocas que han echado raíces poderosas en la esencia misma de la identidad femenina. Esto las convierte no sólo en peligrosas sino en fuentes de frustración y de dolorosa insatisfacción. Son peligrosas porque entrañan un anhelo que es o bien irrealizable o porque no guarda necesariamente una relación con la realidad del mundo y de las relaciones que en él se establecen.
Dichas trampas dicen que:
1- Un hombre me completa física, emocional y espiritualmente.
2- La pareja es la relación que establezco con un hombre que necesariamente es mi par emocional.
3- La familia es el espacio en el que mi compañero yo como seremos proveedores afectivos de los hijos que criemos juntos.
4- El trabajo doméstico es una tarea que puedo compartir con mi pareja.
5- Para “ganar” en mi trabajo tengo que desempeñarme como lo hacen los varones.
6- Postergar mis necesidades en favor de las de mi familia me vuelve una buena mujer (¡y feliz también!).
7- Si tan sólo lograra superar ese “defecto” físico seré feliz.
Es muy probable que no todas las mujeres hayan caído en las trampas que señalo, pero no conocí ni a una sola que hubiera evitado caer, al menos en una de ellas, durante algún tiempo. A ninguna le gusta reconocerlo, pero esa es la situación en la que la mujer presente se encuentra. Y justamente porque es una mujer presente en su vida, en la de su pareja, en la vida de sus hijos, en la de su comunidad, muchas veces resulta víctima de sus propias creencias.
El desafío
A lo largo de la vida, cada mujer se enfrentará en mayor o menor medida, con los obstáculos que estas siete trampas le proponen. Ello significa que para un gran número, ser mujer se volverá algo muy parecido a correr una carrera sobre un campo minado.
En las páginas que siguen, propongo un viaje al corazón de estas “siete creencias” que acosan a la mujer presente, a fin de explorar las implicancias, las luces y las sombras que cada una encierra. Porque si bien estas trampas acechan hoy a las mujeres de todo el mundo, son estas mismas las que deberán decidir responsablemente que harán con ellas: tomarlas como datos inamovibles de la realidad o trabajar para modificarlas aún cuando los cambios que puedan introducir en la cotidianeidad parezcan minúsculos aún a mediano o largo plazo.
Fragmento de LA MUJER PRESENTE, Hacia un verdadero protagonismo femenino, Ediciones B, Argentina, 2008.