MUJERES QUE CAMBIAN EL MUNDO
Por
amor y por justicia
Desde
hace 50 años la argentina Mary Burton trabaja en temas de derechos humanos en
Sudáfrica. Primero para poner fin al apartheid, militando en una ONG llamada
Black Sash, luego en la administración del Presidente Mandela y actualmente en
la conservación de la memoria de una larga lucha por la libertad y la igualdad.
Compartío conmigo parte de su intensa y rica experiencia.
Por
Marilen Stengel
Una voz que logra hacerse oír
En 1976 finalmente se
vislumbró algo de luz al final de tanta
oscuridad. Ese fue el año en el que la juventud en las escuelas negras se
rebeló contra la pésima calidad de su educación rechazando además el uso del
afrikáans como lengua de instrucción. Su valiente resistencia se disparó
rápidamente por todo el país y encendió una impactante ola de protestas. A
través del liderazgo clandestino de los movimientos políticos declarados
ilegales, poco a poco y desde el extranjero, se fue organizando un frente de
oposición que coagularía en 1983 con el United
Democratic Front (Frente de
Unión Democrática). El principal elemento de dicho frente fue la política anti
racista y anti sexista, que era la misma que también había propiciado el
Congreso Nacional Africano, 20 años atrás. Este nuevo movimiento se ocupó de congregar
a todas las organizaciones que compartieran esa visión, Black Sash entre ellas. Sin embargo, a mayor resistencia mayor represión.
Los encuentros entre el estado y las organizaciones anti-apartheid se volvieron más y más violentas, lo
que desencadenó el estado de emergencia entre 1986 y 1990. Durante aquellos
años Burton fue nombrada Presidente Nacional de Black Sash “Participábamos de encuentros, de marchas de protestas callejeras intentando
morigerar la violencia con nuestra presencia, lográndolo en algunos casos y
fracasando tristemente en otros. Fuimos testigos de la brutalidad, la registramos
y la difundimos. Decíamos a quien quisiera escucharnos que la única manera de
poner fin a la violencia era crear una sociedad justa en la que todo el mundo
estuviera representado y gozara de los mismos derechos. Un buen número de
nuestros miembros fueron arrestadas y retenidas por largos períodos sin ser
juzgadas. Mis experiencias consistieron en breves períodos de arresto en los
que la peor era presenciar cómo, por ser blancas, se nos trataba mejor que a
las mujeres que no lo eran. Nunca tuve miedo durante esos momentos de
encarcelamiento. Si en cambio temí por mi seguridad y por la de mis colegas,
cuando confrontábamos con representantes del estado que eran sospechados de
detener e interrogar a personas en lugares clandestinos”.
Una esperanza llamada Mandela
Como
reza la última frase de la hermosa novela de García Márquez, “porque las
estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad
sobre la tierra”, en 1990, el entonces Presidente de Klerk anunció que su
gobierno levantaba la prohibición sobre el Congreso Nacional Africano y sobre
otras organizaciones políticas, y que comenzaría una ronda de conversaciones
con todas ellas, el preludio para las primeras elecciones libres de la historia
de Sudáfrica que colocó a Nelson Mandela en la Presidencia de ese
país.
Durante el gobierno
de Mandela, María Burton se desempeñó como Comisionado en la Comisión de Verdad y
Reconciliación, en el área de Derechos Humanos, en la que durante tres años
registró, junto a otros, las terribles violaciones a los derechos humanos que
habían sido perpetrados tanto por los agentes del estado como también por los
movimientos de liberación. “Entre todos
los casos escuchamos 22.000 testimonios desgarradores. Con base en ellos
redactamos un documento que los registra a todos y cada uno de ellos. Los
difundimos por radio y televisión para que nadie pudiera negar esa parte tan profundamente
cruel de la historia”. Desde entonces, la sociedad sudafricana ha
progresado inmensamente a pesar de que la deuda interna sigue arrojando datos que
revelan un alto grado de injusticia y pobreza, desempleo y servicios sociales
inadecuados a las necesidades de los más pobres, pero aún, hay fe en el nuevo
sistema.
Antes de
despedirnos le pregunto que pediría si estuviera segura de que se le concedería
un deseo. Sin dudar respondió, “Que haya maestras excelentes, dedicadas y bien
remuneradas en cada escuela del país con la capacidad de dar a cada niño una
justa y equitativa oportunidad en la vida”.
En 2003, María o
Mary Burton fue distinguida con la membresía de plata de la Orden de Luthuli* que le fue
otorgada por el President Mbeki. Actualmente se aboca a al registro de la
historia de Black Sash, de la que sigue
formando parte pero desde el Comité de Asesores, “por que la memoria nos mantiene humildes”, señala.
* El Jefe Albert
Luthuli desde 1921 lideró un movimiento de protesta contra la segregación
racial que luego se convertiría en el Congreso Nacional Africano. En reconocimiento
a tu labor recibió en 1960 el premio Nobel de la Paz.