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jueves, 31 de enero de 2019


 
MUJERES QUE CAMBIAN EL MUNDO
 
Por amor y por justicia

Desde hace 50 años la argentina Mary Burton trabaja en temas de derechos humanos en Sudáfrica. Primero para poner fin al apartheid, militando en una ONG llamada Black Sash, luego en la administración del Presidente Mandela y actualmente en la conservación de la memoria de una larga lucha por la libertad y la igualdad. Compartío conmigo parte de su intensa y rica experiencia.


Por Marilen Stengel  

 
María Macdiarmid Ingouville Burton tiene hoy 77 años, pero cuando llegó a la Ciudad del Cabo, Sudáfrica desde la Argentina, en 1961 y con 21 años, para casarse con Geoff Burton, su mirada sobre el mundo era completamente diferente. Educada entre San Pablo y Buenos Aires, y habiendo estudiado francés en Suiza y periodismo en Londres, todo indicaba que tendría una vida cómoda y tranquila en su nuevo país de residencia. Sin embargo, la realidad política y social con la que confrontó cambiaría su vida para siempre. “Cuando llegué a Sudáfrica sabía de los profundos problemas de discriminación que existía contra la población negra, pero lo que me costaba comprender era cómo una ínfima minoría blanca (un quinto de la población total) era capaz de ejercer el mas total dominio sobre la mayoría negra, a la vez que negarle sus derechos”. A los pocos años de llegar y consciente de que la injusticia social era la causa de la violencia en la que estaba viviendo, se unió junto con una amiga a un grupo llamado Black Sash  (Fajín Negro), una organización de mujeres fundada en 1955, comprometida con los derechos humanos y opuesta al apartheid. Las identificaba una banda negra que bajaba por el hombro y cruzando el pecho simbolizaba el luto que llevaban por vivir en una sociedad en la que las libertades constitucionales no eran respetadas. Con el paso del tiempo, la convulsión social comenzó a hacerse más violenta,  se produjeron las marchas de Sharpeville que desencadenaron la masacre de sus participantes y eventualmente la declaración del estado de emergencia, la prohibición del Congreso Nacional Africano y el arresto de millones, incluido Nelson Mandela. Desde Black Sash  participamos en marchas, debates públicos para oponernos a la división de la ciudad en zonas raciales. ¡Lo que se estaba proponiendo era la guetificación de la población negra! Nos presentamos en las Cortes en Langa que condenaban a la población negra por contravenir las “leyes de paso” que les impedían la libertad de movimiento en su propio país. Protestamos a viva voz ante las puertas del Parlamento, imprimimos panfletos, reunimos fondos incluso vendiendo tortas y artesanías para pagar las fianzas de los encarcelados, sostener la organización y luchar contra estas y otras violaciones a los derechos humanos. Lo más duro de enfrentar, durante esos años, fue la certeza de que no podíamos cambiar las políticas del gobierno, éramos demasiado pocas y definitivamente nuestros puntos de vista no eran compartidos por la mayoría blanca. Al mismo tiempo que alzábamos nuestra voz, los líderes negros eran encarcelados y sujetos a tratos inhumanos, otros eran obligados al exilio o sencillamente desaparecían. Durante los 60 y 70 el nuestro fue un trabajo solitario y terriblemente desolador. De todas formas creo que sobrevivimos como organización por que, el contacto diario con los que sufrían las consecuencias del apartheid hacía imposible que bajáramos los brazos, la brutalidad a la que eran sometidos generaba en nosotras, todas mujeres, un horror tan profundo que alimentaba nuestras fuerzas para continuar. Y también creo que muchas de nosotras sentía que disfrutaba de privilegios que le eran negados a otros por lo que nuestra obligación era persistir a pesar de todo”.   

 

Una voz que logra hacerse oír

En 1976 finalmente se vislumbró algo de  luz al final de tanta oscuridad. Ese fue el año en el que la juventud en las escuelas negras se rebeló contra la pésima calidad de su educación rechazando además el uso del afrikáans como lengua de instrucción. Su valiente resistencia se disparó rápidamente por todo el país y encendió una impactante ola de protestas. A través del liderazgo clandestino de los movimientos políticos declarados ilegales, poco a poco y desde el extranjero, se fue organizando un frente de oposición que coagularía en 1983 con el United Democratic Front (Frente de Unión Democrática). El principal elemento de dicho frente fue la política anti racista y anti sexista, que era la misma que también había propiciado el Congreso Nacional Africano, 20 años atrás. Este nuevo movimiento se ocupó de congregar a todas las organizaciones que compartieran esa visión, Black Sash entre ellas. Sin embargo, a mayor resistencia mayor represión. Los encuentros entre el estado y las organizaciones anti-apartheid se volvieron más y más violentas, lo que desencadenó el estado de emergencia entre 1986 y 1990. Durante aquellos años Burton fue nombrada Presidente Nacional de Black Sash “Participábamos de encuentros, de marchas  de protestas callejeras  intentando morigerar la violencia con nuestra presencia, lográndolo en algunos casos y fracasando tristemente en otros. Fuimos testigos de la brutalidad, la registramos y la difundimos. Decíamos a quien quisiera escucharnos que la única manera de poner fin a la violencia era crear una sociedad justa en la que todo el mundo estuviera representado y gozara de los mismos derechos. Un buen número de nuestros miembros fueron arrestadas y retenidas por largos períodos sin ser juzgadas. Mis experiencias consistieron en breves períodos de arresto en los que la peor era presenciar cómo, por ser blancas, se nos trataba mejor que a las mujeres que no lo eran. Nunca tuve miedo durante esos momentos de encarcelamiento. Si en cambio temí por mi seguridad y por la de mis colegas, cuando confrontábamos con representantes del estado que eran sospechados de detener e interrogar a personas en lugares clandestinos”.

 

Una esperanza llamada Mandela

            Como reza la última frase de la hermosa novela de García Márquez, “porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”, en 1990, el entonces Presidente de Klerk anunció que su gobierno levantaba la prohibición sobre el Congreso Nacional Africano y sobre otras organizaciones políticas, y que comenzaría una ronda de conversaciones con todas ellas, el preludio para las primeras elecciones libres de la historia de Sudáfrica que colocó a Nelson Mandela en la Presidencia de ese país.

Durante el gobierno de Mandela, María Burton se desempeñó como Comisionado en la Comisión de Verdad y Reconciliación, en el área de Derechos Humanos, en la que durante tres años registró, junto a otros, las terribles violaciones a los derechos humanos que habían sido perpetrados tanto por los agentes del estado como también por los movimientos de liberación. “Entre todos los casos escuchamos 22.000 testimonios desgarradores. Con base en ellos redactamos un documento que los registra a todos y cada uno de ellos. Los difundimos por radio y televisión para que nadie pudiera negar esa parte tan profundamente cruel de la historia”. Desde entonces, la sociedad sudafricana ha progresado inmensamente a pesar de que la deuda interna sigue arrojando datos que revelan un alto grado de injusticia y pobreza, desempleo y servicios sociales inadecuados a las necesidades de los más pobres, pero aún, hay fe en el nuevo sistema.

Antes de despedirnos le pregunto que pediría si estuviera segura de que se le concedería un deseo. Sin dudar respondió, “Que haya maestras excelentes, dedicadas y bien remuneradas en cada escuela del país con la capacidad de dar a cada niño una justa y equitativa oportunidad en la vida”.

En 2003, María o Mary Burton fue distinguida con la membresía de plata de la Orden de Luthuli* que le fue otorgada por el President Mbeki. Actualmente se aboca a al registro de la historia de Black Sash, de la que sigue formando parte pero desde el Comité de Asesores, “por que la memoria nos mantiene humildes”, señala.

 

* El Jefe Albert Luthuli desde 1921 lideró un movimiento de protesta contra la segregación racial que luego se convertiría en el Congreso Nacional Africano. En reconocimiento a tu labor recibió en 1960 el premio Nobel de la Paz.