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jueves, 10 de marzo de 2016


Bondad


Hace unos pocos días estaba trabajando con un grupo de 50 jóvenes profesionales venidos  de diferentes partes del mundo. El tema era la comunicación y como parte de la dinámica del trabajo les pregunté bajo qué reglas les gustaría trabajar durante ese día. La idea era que ellos sugirieran no más de 7 u 8 normas que todo el equipo respetaría a lo largo de la jornada. La lista se realizó en poco tiempo y una de las normas que consensuaron incluir fue la de kindness, es decir, tratarse con bondad.

En las más de doce ediciones que he coordinado este taller en los últimos cuatro años, esta fue la primera vez que alguien sugería incluir como pauta a la bondad. En seguida me puse a pensar, ¿acaso los intercambios en este equipo no lo eran? ¿El ambiente laboral era áspero? ¿Tenían problemas de convivencia? A medida que trabajábamos, me di cuenta que ninguno de mis interrogantes parecía tener asidero. El trato que se prodigaban era amable, se escuchaban con atención y respeto… Al finalizar la tarde comprendí que la respuesta era mucho más simple. Eran un grupo de jóvenes mujeres y hombres que habían entendido que en un contexto de amabilidad, el aprendizaje, los errores, el intercambio de ideas opuestas resultaba mucho más fácil.

Esa tarde, cuando volvía a mi casa, recordé una vez más, por qué me gusta tanto ayudar a otros a desarrollar sus talentos. Siempre salgo enriquecida.

domingo, 6 de marzo de 2016


Diario Perfil 6/2/en conmemoración 8 de marzo, Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

¿Dónde están las mujeres imprescindibles?

Por Marilén Stengel*

Las mujeres que marcan una diferencia están en todos lados. Son madres o no, trabajan dentro de sus casas, afuera o en ambos espacios. Son emprendedoras, empleadas, voluntarias, empresarias, artistas, políticas, hacen leyes, aplican la justicia, cuidan, educan … y la mayoría de las veces, más de una cosa a la vez.

Las mujeres que importan son, en mi opinión, aquellas que comprendieron que con la presencia femenina no es suficiente. Son aquellas que hace rato entendieron que si bien “el cupo” es importante para comenzar a nivelar la participación de las mujeres en la política y que estar sentadas en las mesas en las que se toman decisiones en las organizaciones es indispensable, no alcanza. Presencia sin influencia no cambia el mundo como necesita hacerlo.

Las personas que vivimos sobre este verde y hermoso planeta necesitamos repensar qué y cuanto consumimos, cómo se invierte el dinero público, cómo evitar las guerras, minimizar los niveles actuales de pobreza, cómo combatir la marginación, la explotación y la trata de personas, los índices dolorosos de violencia contra niños y mujeres para que “ni una menos” deje de ser una quimera. Necesitamos generar una cultura de respeto por todo lo que vive, los animales y las plantas, con quienes compartimos el espacio tienen el mismo derecho a existir que nosotros. Y mucho de lo que estamos haciendo no sólo conspira contra ellos abiertamente sino también contra nuestra propia supervivencia como especie. De hecho las dos potencias responsables de la mayor emisión de los seis gases que generan el efecto invernadero y que causan el calentamiento global (dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los otros tres son gases industriales fluorados: hidrofluorocarburos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6)),  siguen rechazando firmar el protocolo de Kyoto a pesar de haberse visto “forzados” a comenzar a mostrar signos de “ buena voluntad”. Lo cierto es que el mundo tal y cómo está sencillamente no es sustentable. Por eso, que más mujeres lleguen a espacios públicos y de poder es importante, pero más importante es qué tipo de mujer llega. Si la que llega lo hace para cumplir con una ambición exclusivamente personal y deja sin cuestionar las decisiones que se tomaron y que nos han traído a nivel nacional y global a la realidad actual, ¿por qué sería relevante que ella ocupara ese lugar? Las mujeres de influencia son las indispensables porque saben que este es el reto, este es el desafío. Hacer algo diferente para que la realidad cambie. Y generar masa crítica para llevarlo adelante. ¿Es mucho pedir de nosotras? Tal vez. Porque también es cierto que todavía hoy una mujer no vale lo mismo que un varón, no sólo porque se le llega a pagar hasta un treinta por ciento menos por igual trabajo y con la misma calificación que a un hombre, sino porque lo que es considerado “tradicionalmente femenino”- el cuidado, la ternura, el diálogo, la horizontalidad, la negociación, etc-, sigue estando subvaluado. Pero, a la vez, es precisamente en esta conciencia donde anida la fortaleza. El machismo no es sólo una cuestión de hombres, también de mujeres. Las que importan, las que influyen saben esto y enseñan, trabajan y muestran una manera de hacer diferente.

Este año se cumplen treinta y nueve años desde que la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Hoy más que nunca, con Christine Lagarde como directora del FMI, Janet Yellen como Directora del Sistema de Reserva Federal de Estados Unidos (FED), con 18 mujeres presidentes en el mundo, la pregunta que aparece con más fuerza es, ¿cómo vamos a cambiar presencia por influencia?