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viernes, 27 de diciembre de 2013

Una hermosa lista


Cada comienzo de año, escribo algunos objetivos/deseos que tengo para ese año. Unos pocos son grandes, otros no tanto, pero para mí son significativos, así es que los escribo. Parecen más bien una humilde lista de supermercado aunque nunca son más de 7 u 8 cosas que me propongo. Si son más, me da la sensación de que no los he priorizado lo suficiente.

Al final de ese año vuelvo a leer la lista y le dedico un tiempo a pensar como estoy respecto de ellos, en qué medida se cumplieron, qué cosas me ayudaron a llegar donde quería y cuales me alejaron. No me lleva mucho tiempo hacer esta reflexión, pero como para mí es un ritual importante que une el final de un ciclo y el comienzo de otro, nunca me lo salteo.

A veces esos objetivos/deseos pasan de un año a otro, porque requieren de mi esfuerzo sostenido y otras veces me sorprendo logrando cosas que pensé que ya no lograría. Pero independientemente de cuál sea mi logro, cuando me detengo en él, me doy cuenta que en todo lo que consigo, siempre hay otro que de alguna forma me ha ayudado, me ha alentado, me ha apoyado. Mis amigas, mis amigos, mi marido, algunos colegas, en definitiva…otros. Entonces comienzo la segunda fase que tiene que ver con mi lista: agradezco.
Llamo o le escribo a esas personas que tuvieron la generosidad de ayudarme y les agradezco eso que me regalaron a lo largo del año. A veces, hasta puedo apreciar en mi corazón a los que no lo hicieron, a los que fueron obstáculos en mi camino porque me obligaron a ser más perseverante, más creativa para lograr eso que tanto quería. Pero no me engaño, esto no es lo más usual, sencillamente no me resulta fácil. Pero cuando pienso en mi lista, me viene a la mente una frase hermosa que leí en un libro de Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía 2002, (sí, economía!) que dice: “Es más natural considerar  los resultados como  ganancias y pérdidas que como estados de riqueza”.

Lo dijo Camus, lo dijo Frankl y Kahneman lo recuerda: lo que cuenta es lo que aprendemos en el camino mientras lo recorremos. Entonces, Feliz fin de año y buena caminata para el año próximo.

Te deseo una hermosa lista para el 2014.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Ya no existe


El lunes 2 de diciembre es el Día Internacional Contra la Esclavitud
¿Acaso la esclavitud ya no existe? 
Pienso en los chicos que trabajan 20 horas en barcos en alta-mar para hacer zapatillas o vestidos o tallas en madera o lo que fuera. Pienso en las mujeres tratadas, pienso en todos los que están, hacinados en talleres clandestinos a la vuelta de la esquina donde vivimos o trabajamos, en los que trabajan en condiciones aberrantes... 
¿Me parece a mí, o todavía tenemos un largo camino por recorrer? 

También pienso que sería bueno que cada uno pensara en las personas que contrata, en qué tipo de acuerdo les ofrece. ¿Son tratos justos, tratos en los que los derechos de los otros son respetados?

La esclavitud ya no existe, cambió de nombre.


lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Qué puedo hacer yo? 

Día Internacional de Lucha contra la Violencia hacia la Mujer

¿Cuántos puños hay detrás de cada golpe que una mujer recibe? 

Muchos, porque que en todo golpeador hay un golpeado. Sin ir más lejos, ayer en San Martín (Buenos Aires)  un hombre mató a golpes a su ex mujer y a la hija de esta de 20 años. Lo cierto es que en Argentina muere una mujer cada 35 horas y lo hace sobre todo en manos de un hombre que forma parte de su círculo más cercano.
Hoy es 25 noviembre, Día Internacional de Lucha contra la Violencia hacia la Mujer. Esta fecha fue instaurada  a partir del martirio de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, quienes fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960, durante la férrea dictadura militar del general Trujillo en Santo Domingo. Una historia que fue estupendamente ficcionalizada  por Julia Alvarez  en su novela En tiempos de las mariposas. Una obra tan triste y llena de merecido homenaje como bella.

Desde entonces hasta la fecha, desde diferentes sectores se busca concientizar a la población mundial para que se reconozca la violencia hacia las mujeres como un atentado contra los derechos humanos. Y lo cierto es que de a poco, y con muchos retrocesos cotidianos, se van registrando avances importantes. Por ejemplo, el giro en la política que el Gobierno de la India tenía respecto de este tema a partir del asesinato de Amanat, una joven que murió dos semanas después de ser atacada- golpeada y violada reiteradas veces-  por cuatro hombres en un colectivo en agosto de 2013. Los cuatro fueron condenados a muerte, una pena que jamás se había aplicado para ese tipo de delito que es dolorosamente común en dicho país. Fue la presión de la opinión pública y las marchas en todo el país, las que forzaron este cambio.  ¡Hay tanto para hacer en todo el mundo!

Y nuestro país no es una excepción. Por el contrario, somos una triste muestra de una realidad que muchos quieren ignorar por considerarla un problema familiar o personal en la que nadie puede meterse. Si mi vecino le pega a su mujer, ¿intervengo? Si alguien zamarrea a una mujer en la calle, ¿intervengo? Puedo mirar hacia otro lado, pero eso me convierte en un cómplice.
Hoy es un día para alzar la voz no sólo por las mujeres golpeadas y abusadas sino por las mujeres tratadas, las mujeres prostituidas, por todas aquellas que de algún  modo sufren violencia ya sea física, mental o ambas.

Es un día que nos propone pensar de qué manera  cada uno no de nosotros puede influir en su contexto, en la educación que le da a sus hijos, en el tipo de trato que da y que acepta por parte de las personas que la rodean, en elevar el nivel de sensibilidad que existe sobre este tema. En la forma en la que reclamamos ante la justicia y los distintos poderes del estado para que este tema no sea ninguneado, cajoneado, silenciado. No es aceptable que un miembro de la Corte Suprema de Justicia diga que “no sabía” que en departamentos de su propiedad funcionaban prostíbulos. No es aceptable. Como yo lo veo, alzar la voz por este motivo, no es una opción es indispensable.


Nada justifica un golpe o el abuso físico o emocional. Nunca. 

jueves, 31 de octubre de 2013

Pequeñas cosas


Hace unos pocos días, pregunté vía facebook a un grupo de mujeres para qué trabajaba, qué le daba sentido a su trabajo. Las respuestas no se hicieron esperar, llegaron de manera abundante y de forma generosa. Una de las mujeres que contestó dijo que trabajaba sobre todo para lograr su independencia económica y que la realización en el trabajo era, para ella, relativa.  Antes de despedirse agregó: Creo que la realización sería si sos feliz y estás conforme contigo misma en tus otros ámbitos también. Más espirituales y afectivos digamos”.

Ayer me invité a la casa de mi amiga Gaby (sí, la llame y le pregunté si podía ir a su casa) para poder hacer ñoquis con sus dos hijos a quienes quiero hasta el cielo. Afortunadamente Gaby también me quiere, así es que allí estuvimos, Regi, Bletran y yo, haciendo puré, mezclándolo con harina, haciendo rollitos, cortándolos y haciéndolos saltar por un tenedor. Cuando terminamos era hora de comer y con enorme cuidado y emoción fuimos tirando, de a poquito, los ñoquis en el agua hirviendo. Festejaron el primero que subió y cuando empezaron a aparecer los otros, saltaban alrededor de la olla como si hubiéramos hecho magia. Cuando nos sentamos a comer, nos aplaudimos mutuamente.




Ayer fui muy feliz. Son esas pequeñas cosas de la vida que te recuerdan que el amor siempre tiene sentido y que sentirlo, muchas veces, es tan fácil como irte a jugar un rato con un par de niños. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

Madres ¿con formato nuevo?


Ya casi nadie discute que la maternidad no tiene una sola forma. De hecho, con parir no alcanza para serlo. En estos días, en los que nos acercamos a la fecha que se eligió para celebrar a las madres, me vienen a la mente, especialmente aquellas mujeres que por una o por otra razón no lo han sido y hubieran dado mucho por tener esa alegría. Mujeres que por infertilidad propia o la de sus maridos no engendraron, o porque no encontraron una pareja con quien tener un bebé o porque no pudieron/se animaron a adoptar un niño que otros habían abandonado…

En estos días me viene a la mente todo el reservorio de amor maternal que hay en el mundo y que todavía no tiene destino. Y es por esto que la historia de María y Ana (dos nombres ficcionales que entrañan una historia real) me aparece con especial fuerza.

María formó pareja por segunda vez con un hombre que tenía dos hijos cuando la conoció y  también clausurada su paternidad. Ella lo aceptó. Yo me imagino que tal vez albergó la esperanza de que con el tiempo él cambiaría de opinión, de que con los años lo convencería y tendrían juntos un bebé. Pero el tiempo pasó y eso no sucedió. Cuando María estaba por cumplir 41 años, y diez de casada, la crisis se desató. Ella no quería dejar de tener un hijo. Le rogó, se peleó, amenazó con dejarlo pero él le respondía que la amaba con toda su alma, pero que no quería otro hijo. El intentó convencerla de que mirara las cosas de una manera diferente, pero María no podía. Estuvieron al borde del divorcio casi un año y medio hasta que las aguas se aquietaron. Siguieron juntos, pero María quería ser madre y ahí es cuando entra Ana en escena.

Ana vive en un Hogar para niñas que o bien son huérfanas o bien sus padres no pueden o no quieren tenerlas en sus casas. Ella es un doloroso ejemplo de esto último. Su padre no quiere vivir con ella y casi nunca la visita. Tampoco su abuela.  Por esas cosas ¿inexplicables? de la vida, María comenzó a colaborar con este Hogar y cuando conoció a Ana y su historia, pensó que tal vez había para ambas una oportunidad y no solo tristeza.  María se fue acercando a Ana de a poco, dando un rodeo para ni asustarse ni asustar. Con paciencia y con cariño empezó por llevarle libros y contarle las películas que le gustaban. Después le enseñó a  jugar a las cartas y cuando ya tenían un vínculo, (previo acuerdo con las autoridades del Hogar), la invitó a almorzar una mañana ventosa de mayo. Ana accedió con precaución. Con los meses,  la una se fue acostumbrando a la presencia de la otra, a salir al cine, a comprar cosas y a reírse de sus mutuas excentricidades. También tuvieron sus primeras discusiones, siempre después de que el padre de Ana la visitara, las poquísimas veces en las que lo hacía. La niña quedaba triste y rabiosa por semanas y se desquitaba con María. Durante un tiempo María aguantó, aguantó todo con los puños cerrados y la garganta anudada, no quería perder su relación con Ana. Después de meses, de tires y aflojes se dio cuenta que se estaba poniendo triste. Entonces reunió coraje y habló con Ana. Le contó cuanto la quería y cómo disfrutaba de su compañía, pero que le dolía mucho que la maltratara. Vinieron meses de impasse en los que Ana no quería ver a María  o la citaba en horarios ridículos por lo temprano a la mañana o lo tarde a la noche. María temía lo peor, temía que esa niña que había aprendido a amar le cerrara definitivamente el acceso a su vida y a su cariño, que la dejar fuera de su vida.  Pero por aquello de milagroso que tiene el amor, eso no fue lo que sucedió.

De a poco, Ana dejó de agredir a María y comenzó a contarle lo que el duele, lo que le pesa y también a pasar los fines de semana con esta mujer que  la eligió para hacerle de madre. Con todo lo que eso implica. A veces las salidas no son tan idílicas, Ana es pre adolescente, y otras veces hasta se aburren, pero así es … con tu madre, a veces te aburrís. Y así están hoy, después de tres años de conocerse.
Cuento la historia de María porque cada vez que he compartido su experiencia con mujeres que no tienen hijos y no han dejado de desearlos, su experiencia resulta sanadora. También la comparto porque por cada mujer que desea invertir su energía amorosa, hay una niña o un niño que otros han malquerido. Y yo no puedo dejar de ver en esta realidad oportunidades infinitas.


¡Feliz día a todas las madres reales y potenciales!

viernes, 4 de octubre de 2013

La semana pasada estuve trabajando con un grupo en temas de liderazgo, y un señor que se llama Kent me regaló el texto que sigue. Me contó que lo tiene pegado en la puerta de la heladera de su casa para poder mirarlo todos los días. El regalo me pareció tan hermoso que lo comparto con ustedes.

ACTITUD

Por Charles Swindoll


“Cuanto más vivo, más me doy cuenta del impacto de la actitud en la vida. La actitud, para mí, es más importante que los hechos. Más importante que el pasado, que la educación, que el dinero, que las circunstancias, que los fracasos, que el éxito, que lo que otras personas piensen o digan. Es más importante que las apariencias, el talento o las habilidades. Construirá o romperá una empresa… una iglesia… un hogar. Lo notable es que todos los días tenemos la posibilidad de elegir con qué actitud encararemos ese día. No podemos cambiar nuestro pasado… no podemos cambiar el hecho de que las personas actuarán de cierta manera. No podemos cambiar lo inevitable. Lo único que podemos hacer es tocar la única cuerda que tenemos y esa es nuestra actitud…

Estoy convencido de que lo que me sucede en la vida es un 10 por ciento y el 90 por ciento restante es cómo reacciono ante eso que me sucede. Y lo mismo te pasa a vos… somos responsables  de nuestras actitudes.”

viernes, 20 de septiembre de 2013

Los invito a ver la nota que me hicieron a propósito de la salida de mi libro:

 AHORA YO. Ser mujer, tener 40 y elegir tu vida. http://www.youtube.com/watch?v=Iqdt_d7vfO0

Saludos!

 

jueves, 12 de septiembre de 2013


¿Cómo viene tu proyecto? ¡A salir del sobre!

Estoy convencida que las mujeres tenemos un talento especial para hacer listas. Las hacemos para las compras, para la infinidad de actividades que realizamos, para llamar a las personas con las que tenemos que contactarnos, para registrar las ideas que necesitamos recordar…

Las mujeres somos expertas en hacer listas porque tenemos muy poco tiempo para hacer demasiado y esta preciosa herramienta nos permite tener en mente lo que necesitamos llevar adelante, en un estricto orden de prioridades. Y así hacemos milagros con las 24 horas que tiene el día.

El problema es que con tantas listas y con tanto que hacer, aquello que tiene que ver específicamente con nosotras, con nuestras necesidades y deseos tiende a  ubicarse en los renglones más bajos de esas listas. Y toda mujer sabe lo que eso significa: lo que está al final suele postergarse hasta que haya tiempo, hasta que se presente un “hueco” en la agenda. Y así pasan días, meses, incluso años sin que nos concentremos en nuestros propios deseos, necesidades y proyectos. Secretamente nos decimos que cuando los chicos crezcan, que cuando el trabajo afloje un poco, que cuando nuestra pareja pueda ocuparse de algunas cosas que hoy recaen sobre nosotras, entonces habrá tiempo para eso. Pero no es cierto. Como yo lo veo, la única forma de poder concretar nuestros proyectos y de darle espacio a nuestros deseos y necesidades es colocarlos en los lugares más altos de nuestras listas, de lo contrario, la postergación se convierte en un deporte que nos deja tristes y frustradas.

Por eso, ¿cuál es tu proyecto? ¿Qué es lo que te apasiona y quisieras hacer pero para el que no te estás dando el tiempo necesario? ¿Cuáles son los sueños que te mueven y que serías feliz concretando? ¡Hoy es el momento!
Como dice Verónica Reza, una amiga querida en un poema que se llama Semillas Deseo, los proyectos, deseos y sueños que cada una de nosotras tiene son como semillas que para desplegarse, necesitan algo de ayuda y enormes dosis de responsabilidad. Ella lo dice así:

“en este sobre se hallan agazapadas semillas-deseo
algunas germinarán, otras no
las semillas-deseo, para poder brotar, requieren de varias cosas:
primero, salir de este sobre
segundo, encontrar un ambiente apropiado para poder crecer
no el asfalto
no el vidrio
cada semilla tiene su propio tiempo
y sus propias necesidades de temperatura, sol y agua
sembrar un deseo no significa necesariamente que vaya a germinar
regarlo, cuidarlo y responsabilizarnos por él, probablemente aumente sus posibilidades
en todo caso, en primer lugar,
necesitan salir de este sobre”.

Ahora que viene la primavera, ¡a salir del sobre!



miércoles, 28 de agosto de 2013

El 29 de agosto es el día del Abogado. A continuación la entrevista que el hice a fines de marzo de 2008 a la doctora Berta Goligorsky, una mujer que honró su profesión, amando y defendiendo a los más pobres y desprotegidos. Un pequeño homenaje a una gran mujer.


La celebración de la vida

Cuando la conocí, era abogada, tenía 96 años y desde hacía 58 años asesoraba y defendía a los más humildes de entre los humildes. Una historia conmovedora de amor y servicio.

“He tenido mucha suerte en mi vida”, afirma la Dra. Berta Goligorsky, mientras nos sentamos a conversar en su luminosa y austera oficina, “no sólo porque pude ser abogada que es lo que más me gusta en la vida, sino porque desde hace 58 años que comparto el estudio con el mismo socio, el Dr. Néstor Elicabe (88 años) quien además fue compañero mío de facultad y con quien me recibí en 1950. El equipo se completa con  el Lic. Juan Manuel Gavio (76 años) que colabora con nosotros desde hace 20 años. Muchos colegas me cuentan de sus peleas, nosotros no hemos tenido nada de eso”. Pero a la suerte, Berta la acompañó con mucho trabajo. Cuando ingresó a la Facultad, las mujeres representaban menos del cinco por ciento del alumnado, por lo que cuando entraban a clase, muchos compañeros, extrañados, les preguntaban qué hacían en el recinto. “Venimos a estudiar, como ustedes”, respondían, a lo que los varones contestaban, “Sí, pero son mujeres”. Ello no impidió que luego de arduos años de estudio y una vez logrado su título, visitara a su profesor de Derecho Laboral, el Dr. Hugo Alsina que era Director del Instituto de Enseñanza Práctica (que sigue funcionando en la actualidad) para que la dejara trabajar allí. “El Dr. Alsina aceptó pero sólo si lo hacía ad honorem. El nunca lo supo, ¡pero yo hubiera pagado por trabajar allí! Así es como ingresé al Instituto y  transcurridos los primeros tres años, pasé a formar parte de la planta estable. Allí trabajé hasta 1980 y fueron años fantásticos. Era maravilloso poder ayudar a toda esa gente. Solucionar los conflictos que afligían a tantas personas fue mi gran premio porque ¿quién dijo que el éxito tiene que traducirse necesariamente en dinero? Nadie puede pagar la satisfacción que me causó hacer este hermoso trabajo porque a la vez que atendíamos las necesidades de litigar y de defensa de los ciudadanos, también formábamos a los alumnos que venían al Instituto”.  

Con el tiempo la Dra. Goligorsky se hizo conocida ente los Jueces de Familia a través de sus escritos y comenzaron a designarla, ellos mismos, como curadora (una figura equivalente a la del tutor pero responsable de las personas insanas). “Que confiaran en mí para semejante responsabilidad fue uno de los mayores premios dentro de mi trayectoria. Pero tuve tantas alegrías…Una vez me vino a ver un hombre agobiado por el hostigamiento de su acreedor. Reconocía la deuda pero no la podía afrontar porque había cerrado la fábrica en la que trabajaba, su esposa estaba enferma y tenía dos hijos adolescentes que iban a la escuela. Entonces me puse en contacto con el acreedor, que era un empresario y le explique la situación. Después de un rato de charla le propuse que le diera un empleo a su deudor para que con el tiempo, pudiera pagarle de su sueldo. Al principio la idea le pareció descabellada y no quiso aceptar, pero cuando lo convencí de que no perdería nada, acepto. Cinco años después, mi cliente había pagado su deuda y en la empresa estaban tan contentos con él que lo habían ascendido”.

Cuando hablamos de su vida personal, me dice que le hubiera encantado casarse y tener hijos y muchos nietos, pero lo cierto es que eso nunca “se dio” por lo que se dedicó a viajar por el mundo cada vez que pudo. Como resultado de sus viajes publicó dos libros, Vagabundeando por el Lejano Oriente y Hawai (1977) y Vagabundeando por Polinesia, Oceanía y Asia Tropical (1979). “Aunque no lo crea,” cuenta Berta con picardía, “treinta años después, para Navidad, sigo intercambiando postales con algunas de las personas que conocí en mis viajes. Hoy mi vida es muy distinta porque hace tres años me caí y me rompí la cadera, por lo que ya no litigamos en Tribunales, una pérdida enorme para mí. Por eso ahora nos dedicamos exclusivamente al asesoramiento y el que quiera nos puede encontrar en el estudio de lunes a jueves por la tarde”. Cuando le pregunto cómo logró llegar a su edad con tanta salud, se encoge de hombros y dice que es vegetariana desde hace 50 años porque no quiere matar para comer cuando puede alimentarse perfectamente con frutas, verduras, cereales y yogurt. 

Antes de irme me confía su último deseo: “terminar mi vida sin molestar a nadie, sin molestarme a mi misma y pasar del sueño corto al sueño largo”.

Que así sea.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Viktor Emil Frankl, (1905,Austria -1997, en Viena) fue un neurólogo y psiquiatra austríaco, fundador de la Logoterapia. Sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis, entre ellos Auschwitz y Dachau. A partir de esa experiencia, escribió el libro El Hombre en busca de sentido. Frankl decía que era entendible que las personas buscáramos destacarnos y ser exitosas en lo que emprendiéramos, pero siempre recordaba que más importante que logar el éxito era encontrarle un sentido a lo que hacíamos.
A veces, la tarea que emprendemos es, para nosotros, tan enorme, tan titánica que nos cuesta encontrar o sostener ese sentido. El cuento que sigue siempre me ayuda a encontrarlo.

EL ANCIANO, EL NIÑO Y LAS ESTRELLAS DE MAR


Versión libre que escribí sobre el hermoso cuento “The star thrower” de Loren Eiseley


Había una vez un niño que vivía en un pueblo pequeño, a orillas de un mar grande y distante. Al niño le gustaba su pueblo por sus casas bajas de techos desparejos y coloridos. Todas las mañanas el niño acostumbraba caminar por la playa. Le gustaba descubrirle las novedades a la arena y los colores a las olas.


Una mañana clara salió a caminar más temprano que de costumbre y al  cruzar los primeros médanos, lo vio.  La playa estaba tachonada de estrellas de mar que habían sido arrojadas a la playa. Las había por miles. Rojas de fuego, de un pálido naranja, de un verde húmedo o de rosa ilusionadas. Frágiles, sedientas, abandonadas... El niño en seguida sintió una gran pena, sabía que las estrellas de mar viven sólo unos pocos minutos fuera del agua. Con tristeza en el corazón, caminó sin prisa y sin saber qué hacer ante tanta belleza y tanta pena juntas.


Cuando alzó sus ojos, en el horizonte vio una silueta que se movía frenéticamente. Una y otra vez, de la orilla hasta la rompiente y de la rompiente a la orilla...Y caminó hacia ella. Cuando estuvo cerca, se dio cuenta que era un anciano, de rostro cansado y paso ágil, de pelo blanco y mirada concentrada, quien arrojaba las estrellas más allá de la rompiente. Parecía incansable...


 —¿Qué hacés? —preguntó el niño.

—Arrojo estrellas al mar para que no mueran, dijo el viejo.

La mirada del niño se perdió entre la playa y el mar.

—¿Para qué? Son demasiadas. Nunca vas a poder con todas ellas...

El anciano le siguió, por un segundo, la mirada al niño y rápidamente tomó una estrella. La miró con cariño y con enorme energía corrió hacia la orilla y  la arrojó hacia el agua, más allá de la rompiente. Con picardía se volvió al niño y le dijo:
 

—Para ella sí tuvo sentido.


Entonces el  niño  tomó una pequeña estrella y lo acompañó en su gesto.

—Y para ella también.

jueves, 8 de agosto de 2013


Las invito a leer la nota que escribí para la Revista Sophia, edición de agosto. Esto es lo que pienso de las redes que las mujeres tejemos y que nos tejen. 


Ninguna  mujer  está  sola


Hay mujeres que valoran lo femenino y hay mujeres que en el fondo o en la superficie lo consideran inferior a lo masculino. No es algo que elijan hacer, es algo que sienten porque o bien fueron educadas para que pensaran de esa forma, o a través de sus vivencias llegaron a esa dolorosa conclusión. 

Toda mujer, lo sepa o no, lo valore o no,  teje y es tejida en una red  femenina que ayuda a construir y que también la sostiene. Esto viene sucediendo desde los tiempos más remotos en los que nos unimos para sobrevivir e imagino que seguirá sucediendo en la medida que sigamos siendo humanas.

Las mujeres tejemos relaciones afectivas, de trabajo, de asociación puntual muy próximas o no tanto,  dentro de nuestras familias, en espacios laborales, en los clubes que frecuentamos, en la clase de gimnasia, en el taller de arte al que vamos o incluso en la concina mientras preparamos la comida con la ayuda de otras o mientras tejemos juntas.

Sin embargo, existe una diferencia enorme, un salto cuántico entre una mujer que sabe que teje relaciones con otras mujeres y la que no lo sabe o no las valora. Cuando somos conscientes de que somos un punto dentro de una trama que nos soporta, sabemos que somos responsables de sostener ese tejido no sólo porque ese entramado  social y de afectos y relaciones nos sostiene, sino porque sin él, toda la trama sufre. Cuando una mujer sabe que integra una red femenina nunca está sola porque aún cuando así se sienta, siempre habrá alguna a la que acudir para pedir ayuda, consuelo o cobijo. Cuando una mujer sabe que integra una red femenina cuenta con la solidaridad y el apoyo que le da ese grupo de mujeres que actúa como plataforma de lanzamiento para su vida y para cualquier proyecto que quiera emprender. Estas mujeres se valoran por lo que se dan mutualmente  por lo que son. Son capaces de amar y respetar todo lo femenino y receptivo que hay en el mundo y de preservarlo como reservorio para tiempos difíciles. Y así prosperan.

Por el contrario, las mujeres que o bien no saben que integran un entramado de pares o no lo valoran, tampoco estarán jamás solas pero les faltará la confianza básica que tienen en lo femenino y en su poder. Es ese soporte incondicional el que pude ofrecer una mujer a otra cuando el mundo, por algún motivo,  se lo niega o no puede dárselo. Por eso, una mujer nunca está sola pero elige de qué manera participa de la red que la contiene.

jueves, 1 de agosto de 2013

Los invito a leer la introducción de mi nuevo libro y ojalá que la disfruten.


AHORA YO. Ser mujer, tener 40 y elegir tu vida 

Introducción: Llegar a los 40. ¡Llegar a los 40!


¿Estás por cumplir 40 o ya los cumpliste? Si los estás por cumplir, ¿tenés alguna sensación o pensamiento en particular al respecto? Es decir, ¿estás contenta, triste, deprimida o no sabés?

Y si ya los cumpliste, ¿qué es lo primero que te pasó por la mente y por el corazón ni bien abriste los ojos el día en el que el calendario marcaba cuarenta?

Yo me desperté ese 25 de mayo temprano a la mañana y me dije: “Ahora sí, ya los tengo”. Me quedé un rato remoloneando en la cama y me acordé de la nena de diez años que fui una vez y que calculaba qué año sería cuando cumpliera la inimaginable cifra de cuarenta. Cada vez que hacía la cuenta (con la ayuda infaltable de mis dedos), llegaba a la misma conclusión, los cumpliría en pleno siglo XXI. Para esa que fui, si llegaba a vivir semejante cantidad de años,  me habría convertido en una suerte de gliptodonte funcional. Treinta años después de haber hecho ese cálculo por primera vez, no me sentía en absoluto un animal prehistórico. De hecho, me sentía bastante bien.

“Todo es punto de vista”, me dije, y con alegría me puse las pantuflas y me fui al comedor. Al abrir la puerta encontré a  mi marido que, con cara de almohada, me esperaba con una tortita en las manos. Cuando vi las velitas con forma de número pensé, “qué detalle”. Las velas de números nos ahorran, entre otras cosas, el bochorno del incendio del merengue y/o el derrame de cera sobre  la torta mientras pensamos los deseos que vamos a pedir para ese año y/o década. Sin duda, un invento galante y práctico… Así fue como soplé mis velas, pedí mis deseos y entré, en esta década que implica todo un desafío y una oportunidad. De hecho, al  poco tiempo de estrenar mis cuarenta,  me quedó claro,  muy claro, que cumplir cuarenta no tenía nada, ni remotamente que ver con cumplir treinta.

A casi diez años de haber escrito Lo quiero todo y lo quiero ya. Mujeres de 30, la década que te cambia la vida, y estando a punto de caerme de esta década  puedo decir que los cuarenta no tienen ni la urgencia ni la ebullición que, por lo general, los treinta traen a la vida de la mayoría de las mujeres. Sucede que durante los treinta vivimos con la apremiante fantasía de que todo lo que no logremos durante esos diez años, ya jamás será logrado. Por eso, salimos en tropel y a toda la velocidad de la que somos capaces a cumplir los mandatos (aquello que la sociedad espera de nosotras y que cada una decide o no aceptar cumplir), es decir: a casarnos o a vivir en pareja, a tener hijos o elegir no tenerlos (esta es una elección aceptable desde hace muy poco tiempo), a recibirnos como profesionales si no lo hicimos antes o a iniciar una carrera, a trabajar, a destacarnos en lo que hacemos, a buscar un lugar en el mundo que nos guste y nos exprese… Y para todo eso creemos que contamos con tan solo diez preciosos años. Recordar la ansiedad y la urgencia de los treinta  me genera ternura y me cansa, en las mismas proporciones.

Pero los cuarenta son, definitivamente, otra cosa. Es una década intensa porque son años de extraordinaria transformación interna y externa. Son años en los que como ya cumplimos con lo que teníamos que hacer, es el momento en que podemos elegir lo qué queremos. Es, desde mi punto de vista, la década de las elecciones. Entonces tenemos la posibilidad de decir, casi sin culpa,  ¡ahora me toca a mí! Por eso, surgen interrogantes tales como:


  • ¿Sigo queriendo dedicarme a eso que me dedico desde que terminé la                     facultad?
  • ¿Cómo quiero trabajar ahora? ¿Con qué intensidad, de qué manera?
  • ¿Quiero cambiar de actividad o estudiar por primera vez? ¿A qué quiero                  dedicarme  ahora?
  • ¿Sigo eligiendo al hombre con el que esto
  • ¿Mis amigas y amigos siguen siendo los mismos o hay algunos con los                  que ya no  quiero compartir mi camino?
  • ¿Cuál es la relación que tengo con  mi cuerpo, este cuerpo que está                          cambiando tanto?
  • ¿En qué dirección quiero desarrollarme?
  • ¿Qué quiero dejarle al mundo de regalo?

Esas preguntas pueden surgir en nosotras ahora porque a lo largo de los años, si hemos tenido un mínimo de contacto con quienes somos en profundidad, habremos desarrollado un eje, un sostén interno, que hace posible que podamos encarar este tipo de cuestionamientos internos. Tenemos la fortaleza para enfrentar estas preguntas esenciales sin zozobrar en el intento. Es en esta segunda mitad de la vida que podemos decidir acerca de cuestiones que tienen que ver con qué dirección queremos darle a nuestra vida a partir de ahora y qué tipo de mujer queremos ser.

Y la respuesta requiere de valor, pasión y de trabajo hacia adentro porque este es un tiempo para volver a optar, es una oportunidad para decidir nuevamente la orientación que le daremos a esta segunda etapa de nuestras vidas. Es, entonces, un momento serio y mágico a la vez. Es el momento en el que me digo y le digo al mundo: ¡Vuelvo a elegir  y esto es lo que quiero! Pero ¿qué es lo que quiero? ¿Cómo reconocer lo que quiero después de haber vivido tanto tiempo en función de la familia y los chicos, de mi marido, de mi trabajo, de mis obligaciones? ¿Cómo voy a encontrar el hilo de mi misma, de mi vocación nueva o antigua que puja por tener ahora un espacio si no puedo siquiera reconocerla? ¿Voy a darme el permiso para buscar y hacer un cambio si lo deseo? ¿Voy a animarme o me va a ganar lo seguro, lo que conozco, en resumen, la resistencia a lo  nuevo?

Lo cierto es que durante los cuarenta la opción aparece con fuerza, o mejor dicho, los cuarenta son la década en la que se me presenta la extraordinaria oportunidad de elegir nuevamente. Incluso de elegirme. De comenzar a reconocer y aceptar aspectos de mi misma que antes me eran imposibles de considerar como propios y de iniciar lo que Carl Gustav Jung (1875-1961, médico psiquiatra y terapeuta suizo), llamaba el camino de la individuación (de integración). El proceso ocurre precisamente en este momento de nuestras vidas, si nos lo permitimos. De hecho nos regala la dichosa posibilidad de aceptar como propios todos los aspectos que nos conforman; y, por lo tanto, abre nuestros horizontes de posibilidades a la hora de optar por un camino diferente al que habíamos tomado hasta entonces. La oportunidad  es real y la aprovechemos o no, nuestra decisión va a tener consecuencias. Si me animo a seguir una vocación antigua y no explorada o que acaba de surgir, si cuestiono la forma en la que hago lo que siempre hice, si puedo hacerle un lugar a mi pasión, mi deseo, mi necesidad de exploración y expresión, entonces me habré dirigido en una dirección. Si no me atrevo a mirar nada de lo nuevo que se abre ante mí, la historia que habré aceptado para mí misma será otra y bien distinta. Lo importante es ser conciente de que soy responsable de lo que haga con esta alternativa que me regala la vida en esta etapa. Porque también es posible que puesta a elegir, vuelva a escoger al mismo hombre con el que ya tengo una relación, la misma profesión y/o trabajo, los mismos amigos. Porque lo que cuenta es que haya tenido la posibilidad de elegir, que haya  podido cuestionar lo cotidiano y volver a optar.  Por otra parte, si no hago nada de esto, no habrá nadie ante quien podré quejarme por no haberme escuchado. Ante esta instancia estamos solas y está bien que así sea.

Sin embargo, no tenemos por qué hacer este camino solas. Lo que te ofrezco es iniciar juntas el recorrido de estos años de aprendizaje y descubrimientos que tienen que ver con todo lo nuevo, estimulante y transformador que tiene esta década,  desde que cumplimos cuarenta hasta que llegamos a los cincuenta. Propongo acompañarte con mi experiencia y con la de todas las mujeres con las que te encontrarás en estas páginas. Cada una tiene su historia y por lo tanto una voz, un recorrido, una forma de mirar su elección que comparte, generosa, con todas las que están o bien iniciando o transitando esta década que nos plantea la oportunidad de volver a elegir la vida que queremos llevar. Son diez años y parecen mucho tiempo, pero si estás por cumplir cuarenta o ya los tenés, sabés lo rápido que pasan. El camino es emocionante, ¿te sumás?


lunes, 22 de julio de 2013

No me odies porque soy exitosa

1 de agosto a las 19hs, Video Conferencia abierta y gratuita con inscripción previa en www.psicoactualidad.com


El objetivo de este encuentro interactivo virtual es explorar cómo, cuanto y por qué las mujeres competimos de la manera en que lo hacemos en los espacios laborales y extra laborales. El propósito es comprender las raíces de algunas de las actitudes con las que nos enfrentamos y que no nos favorecen ni en lo personal ni en lo grupal a fin de desarrollar estrategias que nos ayuden a conseguir nuestros objetivos sin que sea a costa de otras.

La idea es trabajar para "agrandar la torta en vez de pelearnos por las migas.

¿Esposas o madres de nuestros maridos?


En menos de diez días tuve dos conversaciones que me pusieron a pensar: ¿habrá alguna epidemia silenciosa que está volviendo serialmente  a las esposas en madres de sus maridos? La primera de ellas transcurrió durante el encuentro con un amigo que se había ido de viaje por razones de trabajo ya que es el Gerente Regional de una empresa de Autopartes. Contándome cómo había marchado todo me dijo: “Negocié para la empresa dos contratos espectaculares que nos aseguran sustentabilidad por muchos meses, con lo que estoy más que satisfecho. Además, estuve en la playa, conocí gente interesante…. Lo único molesto fue la tonta de mi mujer se olvidó de ponerme los calzoncillos en la valija”.
Ni bien Pablo, mi amigo en cuestión, terminó de decirme eso me quedé de una pieza. Sólo alcancé a preguntarle: “¿Tu mujer te hace la valija y además decís que es tonta porque se olvidó de poner algo en ella?”. La discusión que sobrevino después, no viene al caso en este momento.
La segunda conversación la tuve en lo de una muy amiga que tiene dos hijas pequeñas y que se separó de su marido hace dos años. Sólo que ahora él volvió a vivir en la casa de ella (aunque en cuartos separados) porque como él mismo confiesa: “No soy bueno gestionando mi vida. No se cocinar, no se lavarme ni un calzoncillo y hasta que me organice, volví a vivir con mi ex mujer y los chicos”.
Aunque este no es un tema nuevo ( el de los hombres que se convierten en hijos de sus mujeres), me doy cuenta que en el último tiempo hay cada vez más síntomas de esta tendencia. Como yo lo veo es un síntoma grave de desorden familiar porque si el marido se convierte en un hijo más, su mujer pierde un marido y gana un hijo que no le hace falta, y los hijos de ambos pierden un padre y ganan un hermano que no necesitan.  Una pésima inversión para todos, incluido el varón, aunque este no se de cuenta. Como lo decía a Pablo, “es importante que los varones quieran vivir con sus mujeres porque las aman y no porque las necesitan para que les gestionen la vida”.

Quizás, la solución esté en lo que dice Lorena: “Ninguna mujer debería casarse con un hombre que no acredite tener al menos un año de vivir solo”. En lo personal, no podría estar más de acuerdo.

lunes, 8 de julio de 2013

¿Quién protege a las niñas?


En la pantalla un periodista entrevista a una mujer que sostiene entre sus manos una cartulina en la que ha pegado la foto ampliada de su hija. Se aferra al papel con fuerza, mientras habla con el hombre que le hace preguntas. El le dice:
-      Vino gente de Derechos Humanos a verla, ¿no es cierto? ¿Qué le dijeron?
-      Me dijeron que me quedara tranquila, que los dejara trabajar. Pero, ¿cómo voy a quedarme tranquila si mi hija desapareció hace dos semanas y no sé nada de ella? Llego a mi casa y nadie me habla, ni me busca, la casa está en silencio…
La voz se le quiebra y la mujer llora frente a la cámara sin limpiarse las lágrimas.

En Argentina, hasta diciembre de 2012, había más de 700 mujeres y niñas que habían sido denunciadas como víctimas de trata, según la Asociación Civil la Casa del Encuentro. La Procuraduría de la Trata que depende el Ministerio Público Fiscal de la Nación, informa que en los últimos tres años hubo 76 sentencias por el delito de trata sexual de personas y 122 personas tienen condena firme por dichos delitos. Además desde 2008 hasta la fecha hubo un incremento en las causas por dicho crimen del 1113%. Del total de la víctimas de la trata, el 27% es menor de edad y si se considera sólo a las argentinas, el 46% lo son. Es decir, son niñas que van de los 11 a los 17 años, aunque la mayoría de ellas está en la franja de 15 a 17. Niñas que tiene nombres, sueños, amigos, colegios a los que faltan y a quienes raptaron o convencieron a través de engaños, o enamoraron o simplemente las cazaron como animalitos y que ahora están forzadas a ejercer la prostitución.
¿Por qué semejante realidad es posible? Sencillo. Es negocio. Uno de los más rentables del mundo. En Argentina no disponemos de cifras respecto de cuál es el monto de dinero que la prostitución genera, pero sólo por citar algunos “ejemplos” del mundo, van los que aporta Havoscope:

  • -      China 73 mil millones de dólares
  • -      España, 26.5 mil millones
  • -      Alemania 18 mil millones (es legal)
  • -      Estados Unidos 14.6 mil millones
  • -      Suiza 4.4 mil millones (es legal)


La prostitución, que según los expertos siempre va asociada a otras actividades mafiosas como el narcotráfico,  es invisible para una gran porción de la ciudadanía argentina porque afecta a las mujeres y niñas más vulnerables. Es decir, a las más pobres, a las más marginales y aquellas cuyas familias tendrán menos recursos para buscarlas. Pero la prostitución también es invisible porque el dinero que genera corrompe a policías, a políticos, a jueces, y a mujeres, quienes también participan de este negocio esclavo.
A menos de que este tema empiece a aparecer en la agenda política y que se propongan planes reales para combatirla, lo que le estaremos diciendo como ciudadanos a estas más de 700 mujeres y niñas esclavas es que no nos importan. Que no nos importan porque tenemos otras cosas que hacer y pensar. Que no nos importan porque no las conocemos, porque no las amamos, porque no son ni nuestras hermanas, ni nuestras amigas o ni nuestras hijas.

Pero, sí lo son.

Cada vez que una mujer es humillada, se nos humilla a todas, cada vez que una niña es herida y mancillada, lo son todas nuestras niñas. Como yo lo veo, o las salvamos o perecemos con ellas.


Pongamos este tema en la agenda de la campaña legislativa de este año.