Komana también es argentina
Por Marilen Stengel*
Rebelle, la extraordinaria
película del franco – candiense Kim Nguyen no ganó ayer el Oscar a la mejor película
extranjera, pero sí ganó la atención mundial por la pavorosa historia que narra
en un lugar no identificado de África.
Komana,
la protagonista, interpretada extraordinariamente por Rachel Mwanza, ganadora del premio a la mejor actriz en el
festival de Berlín 2012, es la historia
de una niña de 12 años que es raptada de su pueblo por un grupo guerrillero
para convertirla en soldado. El espectador acompaña a Komana durante los dos
años que dura su esclavitud dentro de ese ejército que usa a los niños como
carne de cañón y como objetos sexuales. La protagonista cuenta su historia
porque quiere explicarle al hijo que dará a luz, los acontecimientos que han
llevado a su nacimiento.
La narración de Nguyen no ofrece ni golpes bajos
ni salidas fáciles, porque aunque quisiéramos quedarnos con una historia que
ocurre en un país exótico que nada tiene que ver con nosotros, la realidad que nos
muestra palpita, dolorosa, en cada rincón de la tierra aunque bajo formas diferentes y propias. En la
Argentina, por ejemplo, no existen los niños soldados pero si otras mil formas
bajo las que aparecen la desprotección y la explotación infantil. Vemos niños que piden en las
estaciones de trenes, que venden mercaderías, que ofrecen espectáculos
“express” en los medios de transporte a cambio de una moneda, que recogen
basura, juntan latas... Estos niños son enviados por adultos a “hacer la calle”
y muchos de ellos son golpeados si no vuelven con una cuota de dinero que esos
mismos adultos estipularon. Missing Children, una ONG que funciona en el país
desde fines de 1999 y cuya misión es “Ayudar a las familias
a encontrar a sus chicos perdidos”,
indica que el 29 por ciento de los niños que desaparecen/escapan de sus hogares
es a causa de conflictos familiares. Mientras
todo esto sucede, nos vamos acostumbrando a que haya
tal cantidad de niños pidiendo, vendiendo o “actuando” que acabamos por no
verlos. Es el
desentendimiento adulto y la orfandad funcional lo que obliga a los niños a
perder lo más valioso que tienen, su infancia y
con ella el derecho a ser niños, a jugar, a ir a la escuela, a tener un futuro.
Y cuando un niño comprende que no tiene futuro entiende a la vez que su vida no
vale nada. Entonces vale todo: paco, delincuencia, prostitución. Pero en
Argentina, no existen o no se publican las cifras que denuncian el trabajo
infantil o su trata. Negar la realidad parece ser la estrategia elegida para
minimizarla, pero el horror está aquí entre nosotros. Sólo hay que salir a la calle dispuestos a
ver. Y allí están, son cientos.
Komana
la niña soldado de la historia de Rebelle,
como muchos de los niños y niñas que trabajan y son explotados en nuestro país es analfabeta, lo increíble es
que la propia actriz también lo sea. Fue precisamente en el Festival de Berlín
2012 que le comentó al periodista español Carlos Loureida que una de las cosas que
le gustaría hacer en el futuro es aprender a leer. No me parece causal su
comentario. La escuela sigue siendo un lugar de recuperación de la infancia, de
juego, de aprendizaje, de socialización, de amor y por lo tanto de refugio para
los niños. Sería una buena idea destinar
algo de los 3500 millones de pesos que la Argentina no pagará a los bonistas y
que engrosará el presupuesto 2013 para rescatar a los niños de la calle y para
invertir en escuelas, tan desatendidas y desde hace tanto tiempo. Pero esto me
parece tan imposible como ver a Komana feliz al final de su historia.