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miércoles, 6 de junio de 2018


¿De qué te reís?


Ayer llegó al chat de ex compañeras del colegio uno más de los miles de chistes por el estilo que circulan por la red. Este relataba el diálogo entre dos amigos, uno decía: “Mi mujer anda por la casa como Dios la trajo al mundo” y el otro le preguntaba, “¿Desnuda?”, a lo que el primero respondía, “No. Gritando”.

Como decía, este es solo uno más de una larga lista en la que las mujeres aparecemos como las gritonas, las histéricas, las celosas patológicas, las arpías…Usualmente no les presto atención  pero ayer se me dio por preguntar quién había decidido que las gritonas éramos nosotras, las mujeres. Una de las chicas salió a apoyar mi comentario, pero luego me encontré con que otra me decía que había que tener cuidado con no perder el sentido del humor, que en realidad a la que “le quepa el sayo que se lo ponga”…  En un segundo, por cuestionar la difusión de este  tipo de "contenido",  corría el riesgo de haberme convertido una persona carente de humor o una malhumorada que anda a los gritos por su casa y por eso le molesta el chiste. Cabe aclarar acá que tampoco me hacen gracia esos cuentos en los que a los varones se los pinta como torpes, básicos emocionales, lineales, instintivos, brutos…

En un contexto en el que a las mujeres se las violenta de tantas formas, me parece que es importante cambiar los chistes, las palabras, las actitudes y acciones. Es en las pequeñas cosas que se percibe el progreso de una sociedad, el buen trato entre sus miembros. Y creo que vale la pena practicarlo aun cuando, a veces, corramos el riesgo de ser “poco divertidas” para alguna gente.

viernes, 9 de marzo de 2018


Lo varones son la solución

Por Marilen Stengel

La pastillas anticonceptivas hicieron un primer y extraordinario trabajo en favor de la liberación femenina pero son los varones la verdadera y más rotunda solución para nuestra “liberación definitiva”, y para integrar equilibradamente la vida de unas y otros.

Ellos siempre estuvieron ahí, obvios y al alcance de la mano, pero como en “La Carta Robada”, de Edgar Alan Poe, eran tan evidentes, que “pasaron inadvertidos”. Fue así porque durante mucho tiempo la sociedad prefirió creer- y, hasta cierto punto, sigue creyendo-  que había y hay cosas de mujeres (los hijos y el hogar) y cosas de hombres (el mundo del trabajo y la provisión de dinero). Pero las cosas hace rato que no son lo que eran.

La realidad social de 50 años atrás voló por los aires empujada por profundos cambios en las actitudes, acciones y finalmente por los derechos que adquirieron las mujeres. En estas cinco décadas, la presencia femenina en el mercado de trabajo se triplicó, lo que significa que hoy casi 7 de cada 10 mujeres trabaja fuera de su hogar. Hemos salido con fuerza y con talento al mundo extra doméstico, y desafiando prejuicios propios y ajenos hoy ocupamos lugares impensados hasta hace relativamente pocos años. Con su trabajo, muchas sostienen el hogar y otras aportan ingresos que resultan significativos para sus familias, ya que hoy en día un sueldo tiende a ser insuficiente para cubrir todas las necesidades. Hicimos y hacemos todo esto sin dejar de parir, hacer las compras, preparar la comida, lavar y planchar la ropa, limpiar, llevar a los chicos al colegio, al médico, atender las fallas en el hogar, entre mucho más. Todas actividades no remunerativas que son la condición básica para el empleo. Nadie puede ir a trabajar sin comer, sucio o desaliñado. Y a pesar de que desde hace décadas una masa crítica creciente de mujeres aporta dinero a sus hogares, una proporción baja de varones ingresó al hogar para compartir las tareas domésticas y de cuidado.

Las estadísticas muestran que, si bien la participación de los varones en los quehaceres de hogar aumentó, el porcentaje de trabajo que unas y otros asumen sigue siendo extremadamente desigual. En nuestro país, 9 de cada 10 mujeres hacen estas labores mientras 4 de cada 10 varones no realizan ninguna de ellas. Una mujer que cumple una jornada laboral completa dedica más tiempo al trabajo doméstico (5,5 horas semanales) que un hombre desempleado (4,1 horas semanales).

Las mujeres hemos hecho malabares para conciliar la vida privada con la laboral, sintiéndonos culpables por querer trabajar y sintiéndonos en falta por pasar tantas horas lejos del hogar. Es hora de que los varones, con quienes compartimos la vida, ejerzan el co protagonismo de la familia que fundaron. Redistribuir los trabajos de cuidado y de administración del hogar entre varones y mujeres es no solo justo sino indispensable. Las mujeres tal y como estamos, no somos sustentables.

¿Cuál es el verdadero obstáculo, la barrera insalvable para que varones y mujeres compartan dichos quehaceres? Estereotipos de género, generalizaciones usualmente aceptadas por un grupo amplio que determinan qué es y puede/debe hacer una mujer y qué es y puede/debe hacer un varón.

Necesitamos desafiar esos modelos con energía desde la educación, desde la legislación y con acciones que impacten de modo sistémico en toda la sociedad, porque no hay que olvidar ni por un minuto que las diferencias de género terminan convirtiéndose en diferencias de poder. 

La solución para equilibrar la vida de las mujeres son los varones, con el ingreso masivo de estos a la gestión doméstica. Ahora bien, ¿cuántos de ellos están dispuestos a dar este paso? Lo harán cuando comprendan dolorosamente lo que se pierden cuando se mantienen alejados de una dimensión fundamental de la vida de sus hijos y de sus mujeres, no antes.

lunes, 12 de febrero de 2018


Con ser mujer no alcanza


Tres de los ocho imputados por la muerte de Emanuel Garay, son mujeres.

Emanuel tenía 18 años, 4 hijos y un sueño: ser policía. Para ello ingresó como cadete en el cuerpo de Policía de La Rioja. Como parte de su formación debía pasar por la instrucción física. Pero lo que debía que ser una instancia de aprendizaje, se convirtió en una sesión de tortura ya que quienes estaban a cargo de la misma les negaron el agua. Resultados: 11 cadetes internados y Emanuel murió debido a una descompensación que sufrió al deshidratarse.

A cargo de la “del baile” como le llamaban en la colimba (abolida durante la presidencia de Carlos Menem a raíz  del asesinato del soldado Carrasco en 1994), estaban los ocho imputados ya detenidos: el subdirector general del Instituto de Seguridad, comisario mayor Dardo Nicolás Gordillo; el director de la Escuela de Cadetes, comisario inspector Ramón Alberto Leguiza; el jefe del Cuerpo de Personal Masculino, comisario Jorge Marcelo Leguiza, y la jefa del Cuerpo de Personal Femenino, comisaria Adriana Mabel Rodríguez, además de cuatro instructores: la oficial inspector Nadia Soledad Bravo; los oficiales subinspectores Elio Gonzalo Marcial e Ivana Karina Luna, y el oficial ayudante Marcos Antonio Miranday.

¿Por qué importa que tres mujeres estén implicadas en esta muerte? Porque si no queremos que nos maten, si queremos equidad en el ámbito del  trabajo y en cuanto a nuestros derechos civiles, tenemos que ser las primeras en defender la vida y romper las alianzas con quienes no la respeten. La tortura a la que se sometió a estos cadetes era para que mostraran si “eran hombres”. Porque un hombre se la banca, es duro, no se queja, sobrevive… Pero no todos, Emanuel no pudo y no porque no fuera hombre, sino porque lo trataron como a una cosa.

Estoy convencida que es importante que más mujeres lleguen a puestos de poder pero también creo que importa más que tipo de mujer es y también para qué quiere “llegar”. Si la que sube es machista o si quiere llegar para tener ella poder, entonces nada cambiará. Con tantos hombres duros, ¿quién quiere mujeres de hierro?

Con ser mujer no alcanza.