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miércoles, 25 de noviembre de 2015


Hombres que honren los pantalones

 
Me conmueven los hombres que se ponen polleras o zapatos con taco o que se pintan los labios para mostrar su solidaridad con las mujeres víctimas de la violencia de género. Me emociona la buena voluntad que los impulsa, sus objetivos altruistas e inobjetables, la empatía compasiva que los lleva a tomarse todo ese trabajo y, cómo no decirlo, toda la incomodidad. Pero para mí no es así como cambiamos una realidad en la que una mujer muere cada treinta horas y unos paradigmas que nos lastiman hasta lo indecible.  Muy por el contrario.

Así como no quiero que para escalar en una corporación deba masculinizarme o imitar el código masculino, así como no quiero que para ser exitosa deba tener buenas relaciones con el “club de hombres” para que me incluyan en las actividades extra oficina que es en donde en verdad se toman las decisiones, así como no quiero necesitar un mentor varón para que me abra las puertas del desarrollo profesional “en serio”, así como no quiero tener que blindar mis emociones para que no se me escapen en el trabajo y entonces me consideren confiable, no quiero que los varones deban disfrazarse de lo que no son para erradicar los distintos tipos de violencia que afectan hoy a tantos cientos de mujeres en nuestro país y en el mundo. No es justo para ellos y no es coherente con lo que muchas mujeres pedimos.

El próximo 25 de noviembre se celebra una vez más el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y sería bueno que para celebrarlo más varones entraran solidaria y amorosamente a aportar de “afectivo”  y no sólo de “efectivo”. Es decir, a hacerse cargo de una porción importante del trabajo del hogar que de otra forma recae sobre sus mujeres (que también trabajan fuera del hogar) y las deja exhaustas y muchas veces resentidas. Que más varones estuvieran presentes en las vidas de sus hijos enseñando modelos masculinos de nutrición y afecto. (Sólo un varón puede enseñarle a otro cómo es que cuidan y sostienen afectivamente los varones). Que más varones líderes  en los directorios de las empresas invirtieran parte de su tiempo en subsanaran las diferencias salariales que afectan a tantas mujeres que ganan hasta un treinta por ciento menos que sus pares varones en igual posición, solo porque son mujeres. Que más hombres dejaran de considerar las licencias por maternidad como costos laborales no sólo porque esas mujeres que se embarazan podrían ser sus mujeres, hermanas, amigas o hijas, sino porque esas mujeres también forman parte del  talento que impulsa y enriquece la organización.  Que cuando los legisladores legislan leyes útiles para prevenir la violencia contra la mujer o la trata de personas, no dejen de votar los presupuestos necesarios para que esas leyes tengan un impacto real en la vida de la ciudadanía.  Todas estas formas, entre muchas más, son maneras de trabajar para reducir la violencia contra las mujeres. Porque no toda violencia tiene forma de golpe, aunque el golpe es la más explícita y mortal de todas las violencias. Y sería muy buena noticia que hicieran todo esto como varones, con toda su fuerza, toda su pasión, toda su poderosa capacidad para transformar el mundo.

La sociedad en su conjunto necesita más varones que como varones trabajen para que hombres y mujeres podamos mirarnos a los ojos con apreciación porque somos diferentes y porque gracias a esas diferencias, el mundo es más rico, más amplio, más interesante. Sueño, en fin, que ni hombres ni mujeres tengamos que travestirnos para desplegar nuestros talentos y sueños, nuestras visiones y nuestros anhelos.  Este es el alcance de mi esperanza.

jueves, 29 de octubre de 2015


Mujeres de Seda y Tierra


Mujeres que a través del tejido de ponchos y solidaridades conservan tradiciones ancestrales y la humanidad en los vínculos.

 
            La Lista Roja de Especies en Peligro de Extinción, respaldada por gobiernos, científicos y ecologistas, incluyó este año a 77.340 especies evaluadas, de las cuales 22.784 están amenazadas de extinción. En 2007 esa amenaza alcanzaba a 16.300. Las nuevas especies que engrosa esa lista son los grandes simios, el delfín blanco, los corales, el lince hibérico, entre tantos más...

A la vez que van desapareciendo especies enteras de la faz de nuestra tierra, con el brutal empobrecimiento que ello significa, también van desapareciendo grupos aborígenes de rica cultura y centenaria existencia. Y con ellos mueren tradiciones ancestrales con lo que el mundo también pierde en diversidad y abundancia.

Mario Vargas Llosa, en su hermoso libro El Hablador, da cuenta de la lenta muerte de  cultura machiguenga, oriunda de la selva peruana que rodea los ríos Urubamba y afluentes. Los machiguengas son una tribu nómada que se mantiene en movimiento pues cree que es su eterno y perpetuo derrotero por la espesura el que mantiene al mundo girando. Si por cansancio, hastío o cualquier otro motivo ellos decidieran dejar de caminar y se volvieran sedentarios, el mundo se caería y todos pereceríamos. Así pues, aún hoy sus 8679 individuos censados, siguen recorriendo lo que va quedando de esa selva húmeda y tupida. Casi no pueden evitar el contacto con el hombre blanco lo que genera grandes problemas culturales. La tensión entre seguir en la selva recordando una cultura que se halla en sus tramos finales y formar parte de la cultura “blanca”, más “fácil y cómoda” pero desprovista de todo lo propio y lo sagrado, genera muchas deserciones, sobre todo entre los más jóvenes.
 
 
Pero  el mundo puede “caer” o morir de muchas maneras. Pueden morir físicamente animales, hombres y mujeres o pueden morir sus tradiciones, que es otro tipo de extinción, tan trágica como la primera. Ruth Corcuera en su libro, Mujeres de Seda y Tierra,  intenta recuperar una tradición que como la machiguenga, corre serios riesgos de desaparecer. Dice: “revindico el mundo criollo rural, el olvido en que se encuentra y el esfuerzo de las mujeres que en sitios inhóspitos mantienen fuerte solidaridades y técnicas textiles que por primera vez se dan a conocer… Los ponchos que ellas tejen para el mercado masivo no manifiestan la destreza  ni el esmero con el que si  confeccionan aquellos que hacen para regalar a sus familiares o amigos. Diferencian perfectamente bien aquello que pueden vender a un público que no conoce demasiado sobre el tema y los tejidos que son para aquellos que comparten con ellas conocimientos y afectos”. Es que los tejidos cuentan historias: hablan de su propia tierra y de las manos que los crean. Entre los machiguengas, existe la figura del Hablador, que es el que se ocupa de visitar las familias dispersas por el bosque para recordarles sus tradiciones, la genealogía de sus dioses, las novedades de lo que sucede entre ellos… Cuando él llega, la familia se reúne en torno del fuego para escuchar lo que este contador de historias y de tradiciones tiene para contar de nuevo y para recordar. El clima es de fiesta, ¡reciben tan pocas visitas que hablan su lengua!

Ante tanta erosión y tanta pérdida de lo diverso surge una pregunta inevitable:¿qué pierde el mundo sin los machiguengas? Y también ¿qué pierde el mundo sin nuestros  ponchos criollos? Ruth Corcuera responde si dudar, “Si queremos re humanizar la cultura, debemos hacer todo lo posible para que ese segundo aspecto no se pierda. Lo impersonal y mecánico va cancelando facetas de lo humano”.

Cada uno puede encontrar formas de acotar lo mecánico y lo impersonal. Pero no lo vamos a hacer a través de una pantalla.

viernes, 18 de septiembre de 2015



Ahora que viene la primavera...

 

¿Cómo viene tu proyecto?


Estoy convencida que las mujeres tenemos un talento especial para hacer listas. Las hacemos para las compras, para la infinidad de actividades que realizamos, para llamar a las personas con las que tenemos que contactarnos, para registrar las ideas que necesitamos recordar…

Las mujeres somos expertas en hacer listas porque tenemos muy poco tiempo para hacer demasiado y esta preciosa herramienta nos permite tener en mente lo que necesitamos llevar adelante, en un estricto orden de prioridades. Y así hacemos milagros con las 24 horas que tiene el día.

El problema es que con tantas listas y con tanto que hacer, aquello que tiene que ver específicamente con nosotras, con nuestras necesidades y deseos tiende a  ubicarse en los renglones más bajos de esas listas. Y toda mujer sabe lo que eso significa: lo que está al final suele postergarse hasta que haya tiempo, hasta que se presente un “hueco” en la agenda. Y así pasan días, meses, incluso años sin que nos concentremos en nuestros propios deseos, necesidades y proyectos. Secretamente nos decimos que cuando los chicos crezcan, que cuando el trabajo afloje un poco, que cuando nuestra pareja pueda ocuparse de algunas cosas que hoy recaen sobre nosotras, entonces habrá tiempo para eso. Pero no es cierto. Como yo lo veo, la única forma de poder concretar nuestros proyectos y de darle espacio a nuestros deseos y necesidades en colocarlos en los lugares más altos de nuestras listas, de lo contrario, la postergación se convierte en un deporte que nos deja tristes y frustradas.

Por eso, ¿cuál es tu proyecto? ¿Qué es lo que te apasiona y quisieras hacer pero para el que no te estás dando el tiempo necesario? ¿Cuáles son los sueños que te mueven que serías feliz concretando? ¡Hoy es el momento!

Como dice Verónica Reza, una amiga querida en un poema que se llama Semillas Deseo, los proyectos, deseos y sueños que cada una de nosotras tiene son como semillas que para desplegarse, necesitan algo de ayuda y enormes dosis de responsabilidad. Ella lo dice así:

“en este sobre se hallan agazapadas semillas-deseo
algunas germinarán, otras no
las semillas-deseo, para poder brotar, requieren de varias cosas:
primero, salir de este sobre
segundo, encontrar un ambiente apropiado para poder crecer
no el asfalto
no el vidrio
cada semilla tiene su propio tiempo
y sus propias necesidades de temperatura, sol y agua
sembrar un deseo no significa necesariamente que vaya a germinar
regarlo, cuidarlo y responsabilizarnos por él, probablemente aumente sus posibilidades
en todo caso, en primer lugar,
necesitan salir de este sobre”.
 

Ahora que viene la primavera, ¡a salir del sobre!

 

jueves, 17 de septiembre de 2015


LAS PERSONAS MAS BELLAS DEL MUNDO

"Las personas más bellas con las que me he encontrado, son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la pérdida y han encontrado la forma de salir de las profundidades.
Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada".
Elisabeth Kubler- Ross,  médica suiza que dedicó su vida al buen morir.

martes, 1 de septiembre de 2015



Te invito a ver la entrevista que me hizo Carlos Abad en Canal 21 sobre mi libro DE LA COCINA A LA OFICINA

http://bienpublico.tv/site/liderazgo-femenino-de-la-cocina-a-la-oficina/



martes, 25 de agosto de 2015

¿Quiénes son hoy las mujeres fuertes?


Las mujeres somos hoy en día un poco más de la mitad de la humanidad,  aportamos casi el 50 por ciento de la fuerza laboral que mueve los negocios globalmente y llevamos la parte más pesada del trabajo doméstico y familiar. Además, somos multitud cuando se considera la cantidad de horas que le dedicamos al trabajo voluntario. Las mujeres hemos logrado un espacio propio en el mundo del trabajo, de la economía, de la política una masa importantísima a la hora de considerar el trabajo voluntario en organizaciones sin fines de lucro. Somos, además, las que gestionamos el universo emocional del trabajo extradoméstico, entre tantas cosas más. Hace unos días volví a encontrar una entrevista a la economista española Nuria Chinchilla, especialista en gestión de empresas. Ni bien empecé a leer me di cuenta que estaba frente a una mujer fuerte de veras, es decir fuertemente femenina. En la nota, al referirse a la posición que las mujeres ocupamos en mundo del  trabajo extra domésticos, dijo, “Los que están arriba son hombres. No hay, casi, referentes femeninos. Entonces ¿a quién vas a emular? Eso es lo que ha venido ocurriendo y lo que empieza a cambiar, con cada vez más mujeres que sí son agentes de cambio, que son capaces de conducir sin perder su feminidad y que son tan talentosas y tan valientes que logran que su capacidad de mandar sea aceptada. En España no hay antecedentes de mujeres directivas en grandes empresas, aunque ya tenemos un 33 por ciento en esas funciones en pequeñas y medianas empresas. Son paradigmáticos los casos de Amparo Moraleda, presidenta de IBM para toda España, y de Rosa María García, con igual cargo en Microsoft. Ella ganó un premio como empresaria y, cuando llegó la hora, se tomó sus cuatro meses de licencia por maternidad. Un ejemplo de lo que hay que hacer, para lo que se requiere coraje. Realmente se animó a cambiar una cultura de empresa. Lo que no se termina de valorar es que la maternidad, igual que la paternidad, desarrolla competencias magníficas para las compañías. Paciencia, delegación, planificación, trabajo en equipo, comunicación. Mil temas que son trasladables a la empresa, a lo que se suma el mayor compromiso”.
Coincido con sus palabras porque hace rato vengo sintiendo que muchas de nosotras vamos dejando erosionar nuestra feminidad en nuestros puestos de trabajo, creyendo que de esta forma, lograremos el tan ansiado reconocimiento/éxito. De alguna forma nos creímos la idea de que si trabajábamos como varones, seríamos recompensadas como tales. Pues bien, no es así. Lo que sí logramos es, por lo general, que los varones compitan contra nosotras como si fuéramos el enemigo, pongan en juego los siglos de experiencia que tienen en estas lides de lucha por el poder, de las que salimos sino mal paradas, seguro que llenas de “magullones”. O no, porque también se dan casos en los que las mujeres ganamos, porque fuimos aún más despiadadas que nuestros contrincantes. En esos casos la pregunta que me brota inevitablemente es ¿qué hemos ganado? Así como está planteado el enfrentamiento, el que gana pierde y se pierde, al mismo tiempo.
Lo que creo que en verdad sucede es que  las mujeres (y los varones si se animan) tenemos una oportunidad extraordinaria para ganar y hacer que el resto (el mundo entero) gane si ponemos a disposición de los otros eso que es propio del liderazgo encarnado en mujeres femeninas: horizontalidad, trabajo en equipo donde lo que se busca es el triunfo del equipo y no del individuo, tejido de redes, algo absolutamente afín con las destrezas que las mujeres ponemos en juego cuando somos madres… Y las aliadas perfectas para esto son otras mujeres. Esto último es importante porque en esta carrera competitiva, muchas olvidamos que las otras mujeres son nuestras aliadas naturales. ¡Cuánto le exigimos a nuestras colegas mujeres! Muchas veces más que a nuestros colegas varones.
La fortaleza de lo femenino fluye por un río que todavía corre de manera demasiado sutil. De vez en cuando se derrama por la superficie, nutre y renueva la vida para luego volver a esconderse. Porque las mujeres somos fuertes si como mujeres abrazamos, trabajamos, cargamos a nuestros hijos, enseñamos, pensamos, dirigimos empresas y países, besamos, acariciamos, contenemos, lloramos, arrojamos piedras para defendernos de las injusticias,  cuidamos, mantenemos encendido el fuego que da calor, que da la bienvenida, ganamos nuestro sustento, protegemos al que lo necesita, … Pero perdemos nuestro poder, las raíces mismas de lo que nos sostiene cuando salimos, aisladas unas de otras, a hacer aquello que hacemos de una manera que distorsiona nuestro espíritu o nos masculiniza. Creo que la pista a seguir está condensada en el extraordinario poema de Marge Piercy, Para las mujeres fuertes (fragmento):

Una mujer fuerte es una mujer que ansía el amor
como si fuera oxígeno para no ahogarse.
Una mujer fuerte es una mujer que ama con fuerza
y llora con fuerza y se aterra con fuerza y
tiene necesidades fuertes. Una mujer fuerte
es fuerte en palabras, en actos, en conexión
en sentimientos; no es fuerte como una piedra,
sino como la loba que amamanta a sus cachorros.
La fuerza no está en ella, pero la representa
como el viento llena la vela.

Lo que la conforta es que los demás la amen,
tanto por su fuerza como por la debilidad
de la que ésta emana, como el relámpago de la nube.
El relámpago deslumbra. Llueve,
las nube se dispersan. Sólo permanece
el agua de la conexión, fluyendo por nosotras.
Fuerte es lo que nos hacemos unas a otras.
Hasta que no  seamos fuertes juntas,

una mujer fuerte es una mujer fuertemente asustada.

jueves, 20 de agosto de 2015

Rosy Karki, estudiante nepalí


Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet

"Nosotras somos algo nuevo"


Tengo 21 años. Nací en Lalbandi, una pequeña aldea de Nepal, y vivo en Katmandú, interna en la Fundación Vistare desde hace cinco años. Estudio Comercio y Humanidades. No me gustan los dirigentes políticos, no me fío de ellos, se quedan con el dinero del pueblo y no rinden cuentas a nadie. Soy hinduista.

Entrevista de Ima Sanchis en El País 12/08/2015

 
Rosy vivía a los pies del Himalaya, en una casa de barro con sus padres analfabetos. Ahora vive en Katmandú y estudia primero de carrera gracias a la Fundación Vistare, creada hace seis años por un grupo de empresarios españoles que apuestan por las mujeres, les dan residencia, estudios y les ayudan a arrancar sus negocios. Mantener a estas niñas cuesta 83 euros al mes. Paralelamente uno de los padrinos, Pepe Oriola,el tío Pepe, ha creado la Asociación de Ayuda al Terremoto de Nepal y ha lanzado un disco de mantras budistas, Help Nepal free & easy chants, con el coro de las niñas de la Fundación Vistare, y cuyos beneficios se destinarán a proyectos de ayuda al país tras los devastadores terremotos.



Cómo es su pueblo?
Es una aldea pequeña, las calles son de tierra y las casas de ­barro. 

¿Tienen electricidad?
Sí, durante algunas horas al día. Lalbandi está en la zona más calurosa de Nepal, a cinco horas de Katmandú en coche. Éramos pocos habitantes, pero ahora hay muchos.

¿Por qué?
La gente que huyó del terremoto y huye del que está por venir se instaló en las zonas menos afectadas.

¿Qué recuerda de su infancia?
Que no fue feliz.

¿Qué pasó?
Mi padre era un alcohólico, desde la mañana hasta la noche estaba borracho.

Por desgracia eso no es una rareza.
Lo sé. Los hombres no tienen apenas trabajo, sobre todo desde que el terremoto alejó al turismo. No tienen nada que hacer y beben. Es triste.

Mucho.
Mi padre se gastó en alcohol todos los ahorros de la familia. Éramos muy muy pobres. El médico se lo advirtió: “Si sigues bebiendo, te vas a poner muy enfermo”. Y efectivamente.

¿Está muy enfermo?
Sí, los riñones le empezaron a fallar y ahora tiene que ir tres días a la semana al hospital en Katmandú.

¿Tiene cirrosis?
Sí, una cirrosis muy avanzada.

¿Y cómo paga el hospital?
Ahora trabaja en una oficina repartiendo el correo interno para poder pagar el tratamiento.

¿Su padre es un hombre bueno?
Cuando llegaba borracho por la noche a casa nos pegaba, sobre todo a mi madre, pero a sus tres hijos también.

¿Quiere a su padre?
Sí.

¿Iba usted al colegio?
Debido a las palizas que nos daba nuestro padre nuestros amigos del pueblo se burlaban de nosotros, así que por vergüenza dejamos de asistir a la escuela.

¿Sus padres saben leer y escribir?
No, ninguno de los dos.

¿Cómo sobrevivieron?
Mi madre empezó a hacer velas en casa y venderlas en el mercado. Sacaba lo justo para que comiéramos una vez al día.

... 
Sus tres hijos le ayudábamos, pero a menudo teníamos las manos tan quemadas que no podíamos seguir trabajando y entonces tampoco podíamos comer.

¿Cómo llegó a Katmandú?
Rohini, la directora del centro de niñas estudiantes de la Fundación Vistare, es del mismo pueblo que yo. Se enteró de lo mal que lo estábamos pasando y convenció a mi madre para que me dejara ir interna a la fundación y poder estudiar una carrera.

¿Recuerda el terremoto?
Estaba jugando en el columpio y vi la tierra temblar. Salté del columpio y corrí a donde estaban mis amigas. Nos abrazamos y fuimos a buscar a nuestras hermanas pequeñas, que, asustadas, en lugar de salir, se habían metido en el edificio que se estaba derrumbando. El estrépito era enorme. La tierra rugía.

¿Hermanas?
Así nos llamamos unas a otras. Las mayores cuidamos de las pequeñas. Ese día Rohini, la directora, tenía fiesta. Durante muchas horas lloramos abrazadas. Pensábamos que era el fin del mundo.

Un terremoto de magnitud 7,8.
Gracias a la radio supimos lo que había pasado. Las comunicaciones estaban cortadas y no sabíamos nada de nuestras familias. Luego nos habilitaron en un pequeño garaje durante un mes; teníamos que dormir sentadas porque no cabíamos.

¿Sin comida ni agua?
El tío Pepe de España nos envió agua, comida y tiendas de campaña que instalamos en el patio. Estuvimos un mes sin salir de la fundación. Cuando salimos y vimos las consecuencias del terremoto, se me cortó la respiración.

¿Su familia está bien?
Sí. Mi madre, mi hermano y mi hermana vienen a verme cada quince días.

¿Han vuelto a la vida normal?
Sí, pero estamos asustadas, las hermanas pequeñas no quieren ir al baño por si vuelve el terremoto, y la verdad es que a mí también me cuesta. Ninguna queremos estar solas. En un día ha cambiado toda la vida.

¿Qué ha aprendido?
Que hay que ser fuerte porque sabemos que otro terremoto tiene que venir, dicen que lo ­peor está por llegar. De hecho hay réplicas casi cada día.

¿Añora su pueblo?
Allí la vida es muy distinta, las mujeres sólo estudiamos hasta los diez años y cuando nos viene la menstruación nos casamos. Mi madre se casó a los 15 años. Poder estar en la fundación es una gran oportunidad, pero es extraño.

¿Por qué?
Porque todas nuestras amigas de los pueblos ya están casadas, nosotras somos algo nuevo. Yo acabo de empezar la carrera de Humanidades.

¿Y qué será de usted cuando acabe la ­carrera?
Los padrinos nos ayudan a montar un negocio de acuerdo con nuestros estudios. Imagínese..., ¡yo una trabajadora social!..., es tan extraño.

miércoles, 19 de agosto de 2015


Élisabeth Badinter:

“La mujer no arreglará lo que ha hecho mal el hombre


Entrevista de Por ÁLEX VICENTE París 18 AGO 2015

 Élisabeth Badinter (Boulogne-Billancourt, 1944) lleva cuatro décadas firmando ensayos sobre el amor materno, la diferencia sexual y la identidad masculina. Valedora de un feminismo que aspire a la igualdad total, su última batalla la enfrenta a los partidarios de la crianza natural, a quienes considera responsables de “una guerra ideológica subterránea” destinada a reconducir a las mujeres hacia el hogar. Gran especialista del Siglo de las Luces, Badinter también lleva dos décadas oponiéndose al velo integral y defendiendo a capa y espada el modelo laico francés. La filósofa, que ultima estos días un volumen sobre el reinado de María Teresa de Austria, abordó sus inquietudes desde el domicilio parisino que comparte con su marido —Robert Badinter, el ministro de Mitterrand que abolió la pena de muerte—, pegado a los Jardines de Luxemburgo. En el comedor, elegante y sobrio, sobresalen dos elementos: un busto de su admirado Condorcet y un puñado de peluches de la última película de Pixar. “Un regalo para mis cuatro nietos”, explica.

Pregunta. En su último ensayo, La mujer y la madre, denunciaba “una revolución silenciosa para volver a situar la maternidad en el corazón del destino femenino”. Cinco años después, ¿cuál es la situación?

Respuesta. No ha habido una mejora, pero tampoco un empeoramiento. En gran parte, a causa del contexto económico. Cuando una mujer tiene ganas de dejar el trabajo y dedicarse solo a la maternidad, se lo piensa dos veces. Las separaciones son cada vez más comunes y muchas mujeres temen terminar solas con una minúscula pensión alimenticia. Cuando tienen un trabajo mínimamente interesante y bien pagado, prefieren mantenerlo que regresar al hogar, incluso cuando les apetece lo segundo.

P. ¿Lo que dice es que la crisis ha sido, paradójicamente, favorable a la emancipación?

R. No, la crisis ha sido un factor muy regresivo. Ha generado una gran desconfianza respecto al mundo laboral y ha acentuado esa voluntad de repliegue en el hogar. Ante la precariedad imperante y la desigualdad salarial, muchas mujeres prefieren refugiarse en la familia y la descendencia. A falta de un puesto de trabajo formidable, muchas se centran en la procreación. ¿Para qué matarse a trabajar por un salario ínfimo cuando existe una alternativa más apetecible? Frente a un mundo laboral que las trata como pañuelos desechables, el cometido de criar a un hijo feliz e inteligente resulta más apasionante. Hoy, para muchas mujeres, tener un hijo es como crear una obra maestra.

P. Es decir, que la maternidad se ha convertido casi en una empresa creativa, frente a la frustración generada por el mundo laboral.

 

R. Totalmente. El problema es que eso venga acompañado de una imposición de posturas naturalistas. Para ser buena madre hoy, una debe dar de mamar a su bebé día y noche y acostarle en su propia cama hasta que cumple un año. Se exige a la madre que prolongue el contacto con su hijo todo lo posible.

P. Lleva años denunciando la imposición de la lactancia, pero también el rechazo a la píldora, la anestesia peridural o la leche en polvo. ¿De qué son sintomáticos estos fenómenos?

R. Del supuesto retorno a la naturaleza que propugna el ecologismo, muy inspirado en Rousseau. Cuando uno lee Emilio, o de la educación, se encuentra con todas y cada una de las ideas que hoy nos venden como si fueran la modernidad absoluta. La madre naturalista aspira a romper con el modelo consumista y capitalista, en beneficio de una comunión con una naturaleza sacralizada. Hoy se observa el comportamiento de una madre chimpancé y se proclama que ese es el modelo a seguir. Veo absurdo tomar la naturaleza como modelo eterno e insuperable. Es innegable que la acción del hombre ha dañado la naturaleza, pero no todo lo que ha aportado la civilización ha sido nocivo.

P. ¿Asistimos a un movimiento reaccionario similar al acontecido en los cincuenta, cuando la llamada Liga de la Leche, organización estadounidense fundada por madres católicas, promovió con gran éxito la lactancia materna en plena emergencia del feminismo?

R. Existe una diferencia importante: quienes se reclaman hoy de ese movimiento no son mujeres tradicionalistas, sino plenamente feministas. Asistimos a un triunfo incontestable del feminismo diferencialista, muy distinto del universalista, que es el que defiendo yo y el que encarnó Simone de Beauvoir. El nuevo feminismo, en lugar de incitarnos a vivir como los hombres, prefiere subrayar nuestros particularismos. Especialmente la maternidad, pero también el pacifismo, la proximidad con la naturaleza o la atención a los demás. Ese modelo filosófico-feminista que surge en los ochenta ha encontrado una audiencia muy considerable entre las mujeres de las clases favorecidas.

P. La evidencia científica también sostiene la lactancia. La OMS defiende que es “la forma ideal de aportar los nutrientes necesarios para el crecimiento” y la aconseja de forma exclusiva durante seis meses, y alternada “hasta los dos años o más”. ¿Qué responde?

R. Nadie puede discutir que la leche materna está perfectamente adaptada a las necesidades del bebé. Pero la OMS no tiene en cuenta que, para una madre que no quiere dar de mamar, obligarse a hacerlo es lo peor que puede pasar, porque el bebé lo nota. El elemento psicológico es tan importante o más que el fisiológico. No existe ningún motivo para culpabilizar a las madres que no quieren dar el pecho. Entre otras cosas, porque la diferencia respecto a la leche en polvo no está probada en absoluto. En el mundo occidental, existen leches muy sofisticadas que se adaptan perfectamente a cada bebé. Y un último argumento: las mujeres de mi generación criamos a nuestros hijos con el biberón. Hoy son los que tienen mayor esperanza de vida de la historia.

 

P. Las connotaciones del feminismo han cambiado. Hoy parece un término de moda: lo defienden las estrellas del pop y las actrices de Hollywood. ¿Basta con autoproclamarse feminista para serlo?

R. Es evidente que no. Todo el mundo se dice feminista, aunque solo en los debates de salón. Muchas veces es una palabra vacía de contenido, al servicio de la comunicación. Además, cuando observo los estudios demográficos sobre la repartición de las tareas domésticas, no me parece que haya habido una gran evolución. Si las mujeres siguen haciendo el 90% de esas tareas, ¿quién es realmente feminista? La igualdad entre sexos no será factible hasta que hombres y mujeres las compartan a partes iguales. Ese es siempre el mejor barómetro.

P. ¿Qué opina de las llamadas teorías del care y la ética del cuidado, que defienden un mundo más justo y humano, inspirado en valores supuestamente femeninos?

R. Son el resultado de ese nuevo feminismo diferencialista. Consideran que el feminismo de Beauvoir fue demasiado viril, lo cual puedo entender, porque negó la feminidad. Pero no acepto que hablen de la mujer como una persona con más aptitud a dedicarse a los demás, más empática ante el dolor o más generosa que un hombre. Quienes creen que la mujer arreglará lo que el hombre ha hecho mal y creará una especie de nirvana femenino, se equivocan. Olvidan que nuestros comportamientos son muy parecidos.

P. Sin embargo, esas teorías tienen cada vez más alcance en la vida política. Las han defendido mujeres como Martine Aubry, cuando era líder del socialismo francés, o la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Al ser investida, defendió “la cultura de las mujeres” y dijo que trabajaría con “la política de los cuidados”.

R. ¿Dijo eso? Mire que me caía bien… Es una absurdidad contraria a la realidad. Las mujeres son capaces de hacer todo lo que hace un hombre, incluido lo peor imaginable, como la violencia o el terrorismo. El separatismo entre sexos tiene que terminar, o la paz entre hombres y mujeres nunca llegará.

P. Otro de sus grandes combates es el que libra contra el velo islámico. En 1989 lo tildó de “signo de sumisión” de la mujer. Veinte años más tarde, lo consideró más bien “un estandarte de una ofensiva integrista”. ¿Qué ha cambiado?

R. Lo que ha cambiado desde 1989 es la llegada del salafismo al territorio francés. Hace dos décadas no había ni una mujer con velo en Francia. Los musulmanes franceses no sabían ni lo que era el burka. Se ha producido un trabajo de proselitismo inimaginable en las banlieues, que empieza en los imanes pero va más allá. La clase política no ha querido verlo, porque constituye un tabú, pero el tiempo ha demostrado que su expansión era sintomática de un combate contra el laicismo.

P. ¿Que una mujer lleve el velo es necesariamente un ataque al modelo republicano?

 

R. No me malinterprete, no soy tan radical como otros. Para mí, una mujer puede vestirse como le apetezca, en el espacio privado y en el público. De hecho, hay formas de vestir que me chocan más que el velo, como ver a una niña de 13 años con las nalgas al aire. Pero soy intransigente en cuanto al respeto de la ley. En las instituciones públicas, como la escuela y la administración, los signos religiosos tienen que estar prohibidos. No solo el velo, sino también la kipá. Mi padre, que creció en una familia judía muy religiosa, siempre decía que, cuando uno sale de la sinagoga, se tiene que quitar la kipá. Cuando no se está rezando, esos símbolos son pura ostentación.

P. Desde los atentados de enero en París, la clase política se ha unido a su defensa del modelo laico.

R. Sí, aunque no basta con hablar de laicismo, también hay que actuar. Pero, por lo menos, empezamos a abrir los ojos sobre el hecho de que el islamismo, incluso cuando es minoritario, puede tener efectos espantosos. El islam debe poder ocupar todo su lugar en la sociedad francesa, pero el islamismo tiene que ser combatido sin piedad.

P. “La sociedad evoluciona de forma opuesta a mis valores. He perdido todos mis combates”, escribió en XY: la identidad masculina. ¿Qué la incita a seguir?

R. Cuando hago balance, no me siento nada satisfecha. Pero, siendo consciente de defender posturas minoritarias, sé que hay personas que se reconocen en ellas y que no están descontentos de tener una portavoz. Aunque le confieso que me gustaría ganar alguna vez… [sonríe]. Me gustaría marcharme diciéndome que he logrado cambiar algo, aunque es muy difícil. Durante años me convencí de que nadie creía ya en el instinto maternal, que fue uno de mis primeros combates. Ahora veo que esa convicción regresa en una versión todavía más extrema. Los prejuicios y los modelos anteriores siempre terminan volviendo, y cuentan más que la palabra de una señora que grita sola entre la multitud.


 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Mujeres líderes

¿Qué mujeres nos lideran hoy?



¿El liderazgo femenino es aquel que encarnan las mujeres? ¿Todas ellas?  ¿O es un tipo de liderazgo con rasgos propios? Por otra parte, ¿son estos rasgos patrimonio exclusivo de las mujeres o hay  hombres que también los detentan? Y si esto último fuera posible, ¿hay entonces hombres que ejercen un liderazgo “femenino”? Pensemos en mujeres líderes en tiempos políticos: Carrió, Vidal, Stolbitzer, Michetti…
Cada vez me cuesta más pensar en estos términos. Me cuesta  porque por una parte, a esta altura del siglo XXI, cada persona entiende cosas diferentes por Liderazgo Femenino y por otra, porque en mi opinión el liderazgo que tanto hombres como mujeres ejercen hoy no están tan separados.

Algo de historia
Cuando durante las décadas del 60 y del 70 algunas  mujeres comenzaron a llegar a la cima de las organizaciones, el esquema tradicional de las empresas empezó lentamente a cambiar bajo el peso de una realidad innegable: las mujeres traían a las organizaciones una manera diferente de mirar la realidad del trabajo y los negocios. Un diferencial muy resistido al comienzo, tan resistido que pocas mujeres se animaron a jugarlo en las organizaciones que integraban. Entramos en las empresas y organizaciones y jugamos como varones para ser aceptadas. Sin embargo, con el tiempo, esto comenzó a cambiar y poco a poco algunas valientes hicieron hacer valer su diferencial.  Este proceso explica por qué la década de los 80 fue la que popularizó el concepto de Liderazgo Femenino. Un tipo de liderazgo “emergente” que venía a funcionar como una suerte contraparte y como factor enriquecedor del  liderazgo masculino o tradicional que se caracterizaba, según Marilyn Loden en su libro Liderazgo Femenino (del año 85) por: 
·         Estilo operativo: Competitivo
·         Estructura organizacional: Jerárquica
·         Objetivo básico: Triunfar
·         Estilo de resolución de problemas: Racional
·         Característica claves:
o   Control detallado
o   Estrategia operativa
o   Actitud no emocional
o   Razonamiento analítico

Para Loden en ese mismo libro, “A diferencia del estilo masculino preferido por los hombres, el estilo de liderazgo femenino aprovecha todos los talentos y habilidades naturales de las mujeres como no sucedió antes… En su base, el estilo de liderazgo femenino difiere en forma dramática del estilo tradicional porque se basa en la información emocional, además de la racional… Al reconocer las características y las razones emocionales que forman parte de toda interacción humana, las líderes femeninas cuentan con información adicional para considerar cuando toman decisiones y tienden a tomar en cuentan sus propios sentimientos, y los de los demás cuando buscan solucionar problemas complejos…. En resumen, las líderes femeninas suelen preocuparse más por mantener relaciones personales estrechas con los demás. También es probable que consideren los sentimientos de los además de los hechos básicos en la toma de decisión para buscar soluciones en las que todo el mundo resulte ganador y evitar situaciones donde alguien pierda. Por otra parte, tiende a sacrificar el avance personal de corto plazo para mejorar la salud a largo plazo de la organización de la que ellas y  sus asociados dependen. Por supuesto que estas cualidades no se acentúan de la misma manera en toda las ejecutivas mujeres ni están del todo ausentes n todos los ejecutivos varones”. Esta última frase de Loden es fundamental para entender la dificultad para hablar de liderazgo femenino y masculino en el presente siglo. Pero para terminar con la caracterización que en 1985 hacía esta autora del  liderazgo femenino o emergente,  resumo sus características:

·         Estilo operativo: Cooperativo
·         Estructura organizacional: Equipo
·         Objetivo básico: Calidad
·         Estilo de resolución de problemas: Intuitivo/racional
·         Característica claves:
o   Menor control
o   Empatía
o   Cooperación
o   Altos estándares de realización

Treinta años después

¿Cuál es la realidad hoy, 30 años después de que Loden y tantos otros hubieran escrito acerca de las diferencias entre los liderazgos que hombres y mujeres ejercemos? Desde hace al menos 15 años hombres de la talla y del prestigio de Bill Gates el creador de Microsoft, Tom Peters,  uno de los intelectuales de la gerencia y los negocios mas reconocidos a nivel mundial, entre muchísimos otros, sostienen que el tipo de liderazgo que funciona hoy en día sinergiza la intuición con la razón en equipos cada vez más plásticos en cuanto a forma y mando y que el equipo es la estructura básica de una organización. ¿Son Gates y Peters ejemplos de liderazgo femenino? De ninguna forma. En mi opinión, lo que en principio constituyó un aporte femenino al liderazgo tradicional (y el resumen de las características que lista Loden es precisa en cuanto a lo que las mujeres trajeron a las organizaciones), ya no es diferencial exclusivo de las mujeres. Todos los días vemos líderes mujeres machistas o de extrema vanguardia y hombres tradicionales a decir basta y hombres que conjugan lo mejor de lo que las mujeres trajeron inicialmente a esta nueva manera de concebir la conducción de una organización. Entonces, ¿de qué tipo de liderazgo estamos hablando? ¿Cómo llamarlo? Creo que es cuestión de inventar una nueva categoría e instalarla para que esta manera de concebir las organizaciones y de conducir a las personas pueda no sólo no ser excluyente (el binomio liderazgo femenino y masculino, en mi opinión lo es), sino que se propague como paradigma de mejor práctica en cuanto a rendimiento en los negocios, sustentabilidad ambiental y en cuanto a gestión del potencial humano.
Como yo lo veo, es tiempo de romper los paradigmas que separan a hombres y a mujeres a la hora de dirigir empresas y personas,  y es hora de generar espacios más sanos, más participativos, igualitarios y equitativos que los actuales. Ello implica también comprender que sin la participación de los varones en pie de igualdad en el mundo doméstico, las mujeres seguirán sin poder participar en pie de igualdad en el mundo corporativo. Hombres y mujeres somos opuestos y complementarios y en esa diferencia está la riqueza de lo que podemos hacer juntos, en el hogar y en el mundo del trabajo.