Los invito a leer la introducción de mi nuevo libro y ojalá que la disfruten.
AHORA YO. Ser mujer, tener 40 y elegir tu vida
Introducción: Llegar a los 40. ¡Llegar a los 40!
¿Estás por cumplir 40 o ya los cumpliste? Si los estás por cumplir,
¿tenés alguna sensación o pensamiento en particular al respecto? Es decir,
¿estás contenta, triste, deprimida o no sabés?
Y si ya los cumpliste, ¿qué es lo primero que te pasó por la mente y
por el corazón ni bien abriste los ojos el día en el que el calendario marcaba
cuarenta?
Yo me desperté ese 25 de mayo temprano a la mañana y me dije: “Ahora sí, ya los tengo”. Me quedé un
rato remoloneando en la cama y me acordé de la nena de diez años que fui una
vez y que calculaba qué año sería cuando cumpliera la inimaginable cifra de cuarenta.
Cada vez que hacía la cuenta (con la ayuda infaltable de mis dedos), llegaba a
la misma conclusión, los cumpliría en pleno siglo XXI. Para esa que fui, si
llegaba a vivir semejante cantidad de años,
me habría convertido en una suerte de gliptodonte funcional. Treinta
años después de haber hecho ese cálculo por primera vez, no me sentía en
absoluto un animal prehistórico. De hecho, me sentía bastante bien.
“Todo es punto de vista”, me dije, y con alegría me puse las pantuflas y me fui al comedor. Al
abrir la puerta encontré a mi marido que,
con cara de almohada, me esperaba con una tortita en las manos. Cuando vi las
velitas con forma de número pensé, “qué detalle”. Las velas de números nos
ahorran, entre otras cosas, el bochorno del incendio del merengue y/o el derrame
de cera sobre la torta mientras pensamos
los deseos que vamos a pedir para ese año y/o década. Sin duda, un invento
galante y práctico… Así fue como soplé mis velas, pedí mis deseos y entré, en
esta década que implica todo un desafío y una oportunidad. De hecho, al poco tiempo de estrenar mis cuarenta, me quedó claro, muy claro, que cumplir cuarenta no tenía nada,
ni remotamente que ver con cumplir treinta.
A casi diez años de haber escrito Lo
quiero todo y lo quiero ya. Mujeres de 30, la década que te cambia la vida,
y estando a punto de caerme de esta década puedo decir que los cuarenta no tienen ni la
urgencia ni la ebullición que, por lo general, los treinta traen a la vida de
la mayoría de las mujeres. Sucede que durante los treinta vivimos con la
apremiante fantasía de que todo lo que no logremos durante esos diez años, ya jamás
será logrado. Por eso, salimos en tropel y a toda la velocidad de la que somos capaces
a cumplir los mandatos (aquello que la sociedad espera de nosotras y que cada
una decide o no aceptar cumplir), es decir: a casarnos o a vivir en pareja, a
tener hijos o elegir no tenerlos (esta es una elección aceptable desde hace muy
poco tiempo), a recibirnos como profesionales si no lo hicimos antes o a
iniciar una carrera, a trabajar, a destacarnos en lo que hacemos, a buscar un
lugar en el mundo que nos guste y nos exprese… Y para todo eso creemos que contamos
con tan solo diez preciosos años. Recordar la ansiedad y la urgencia de los
treinta me genera ternura y me cansa, en
las mismas proporciones.
Pero los cuarenta son, definitivamente, otra cosa. Es una década
intensa porque son años de extraordinaria transformación interna y externa. Son
años en los que como ya cumplimos con lo que teníamos que hacer, es el momento en que podemos elegir lo qué queremos. Es, desde mi punto de vista,
la década de las elecciones. Entonces tenemos la posibilidad de decir, casi sin culpa, ¡ahora me toca a mí! Por eso, surgen interrogantes
tales como:
- ¿Sigo queriendo dedicarme a eso que me dedico desde que terminé la facultad?
- ¿Cómo quiero trabajar ahora? ¿Con qué intensidad, de qué manera?
- ¿Quiero cambiar de actividad o estudiar por primera vez? ¿A qué quiero dedicarme ahora?
- ¿Sigo eligiendo al hombre con el que esto
- ¿Mis amigas y amigos siguen siendo los mismos o hay algunos con los que ya no quiero compartir mi camino?
- ¿Cuál es la relación que tengo con mi cuerpo, este cuerpo que está cambiando tanto?
- ¿En qué dirección quiero desarrollarme?
- ¿Qué quiero dejarle al mundo de regalo?
Esas preguntas pueden surgir en nosotras ahora porque a lo largo de los
años, si hemos tenido un mínimo de contacto con quienes somos en profundidad,
habremos desarrollado un eje, un sostén interno, que hace posible que podamos
encarar este tipo de cuestionamientos internos. Tenemos la fortaleza para enfrentar
estas preguntas esenciales sin zozobrar en el intento. Es en esta segunda mitad
de la vida que podemos decidir acerca de cuestiones que tienen que ver con qué dirección
queremos darle a nuestra vida a partir de ahora y qué tipo de mujer queremos
ser.
Y la respuesta requiere de valor, pasión y de trabajo hacia adentro porque
este es un tiempo para volver a optar, es una oportunidad para decidir nuevamente
la orientación que le daremos a esta segunda etapa de nuestras vidas. Es,
entonces, un momento serio y mágico a la vez. Es el momento en el que me digo y
le digo al mundo: ¡Vuelvo a elegir y
esto es lo que quiero! Pero ¿qué es lo que quiero? ¿Cómo reconocer lo que
quiero después de haber vivido tanto tiempo en función de la familia y los
chicos, de mi marido, de mi trabajo, de mis obligaciones? ¿Cómo voy a encontrar
el hilo de mi misma, de mi vocación nueva o antigua que puja por tener ahora un
espacio si no puedo siquiera reconocerla? ¿Voy a darme el permiso para buscar y
hacer un cambio si lo deseo? ¿Voy a animarme o me va a ganar lo seguro, lo que
conozco, en resumen, la resistencia a lo
nuevo?
Lo cierto es que durante los cuarenta la opción aparece con fuerza, o
mejor dicho, los cuarenta son la década en la que se me presenta la
extraordinaria oportunidad de elegir nuevamente. Incluso de elegirme. De comenzar a reconocer y aceptar
aspectos de mi misma que antes me eran imposibles de considerar como propios y
de iniciar lo que Carl Gustav Jung (1875-1961, médico psiquiatra y terapeuta
suizo), llamaba el camino de la individuación (de integración). El proceso ocurre
precisamente en este momento de nuestras vidas, si nos lo permitimos. De hecho nos
regala la dichosa posibilidad de aceptar como propios todos los aspectos que nos conforman; y, por lo tanto, abre nuestros
horizontes de posibilidades a la hora de optar por un camino diferente al que habíamos
tomado hasta entonces. La oportunidad es
real y la aprovechemos o no, nuestra decisión va a tener consecuencias. Si me
animo a seguir una vocación antigua y no explorada o que acaba de surgir, si
cuestiono la forma en la que hago lo que siempre hice, si puedo hacerle un
lugar a mi pasión, mi deseo, mi necesidad de exploración y expresión, entonces
me habré dirigido en una dirección. Si no me atrevo a mirar nada de lo nuevo
que se abre ante mí, la historia que habré aceptado para mí misma será otra y
bien distinta. Lo importante es ser conciente de que soy responsable de lo que
haga con esta alternativa que me regala la vida en esta etapa. Porque también
es posible que puesta a elegir, vuelva a escoger al mismo hombre con el que ya
tengo una relación, la misma profesión y/o trabajo, los mismos amigos. Porque
lo que cuenta es que haya tenido la posibilidad de elegir, que haya podido cuestionar lo cotidiano y volver a optar.
Por otra parte, si no hago nada de esto,
no habrá nadie ante quien podré quejarme por no haberme escuchado. Ante esta
instancia estamos solas y está bien que así sea.
Sin embargo, no tenemos por qué hacer este camino solas. Lo que te ofrezco
es iniciar juntas el recorrido de estos años de aprendizaje y descubrimientos que
tienen que ver con todo lo nuevo, estimulante y transformador que tiene esta
década, desde que cumplimos cuarenta
hasta que llegamos a los cincuenta. Propongo acompañarte con mi experiencia y
con la de todas las mujeres con las que te encontrarás en estas páginas. Cada
una tiene su historia y por lo tanto una voz, un recorrido, una forma de mirar
su elección que comparte, generosa, con todas las que están o bien iniciando o
transitando esta década que nos plantea la oportunidad de volver a elegir la
vida que queremos llevar. Son diez años y parecen mucho tiempo, pero si estás
por cumplir cuarenta o ya los tenés, sabés lo rápido que pasan. El camino es
emocionante, ¿te sumás?