¿Esposas o madres de nuestros maridos?
En menos de diez días tuve dos conversaciones que me
pusieron a pensar: ¿habrá alguna epidemia silenciosa que está volviendo serialmente
a las esposas en madres de sus maridos? La
primera de ellas transcurrió durante el encuentro con un amigo que se había ido
de viaje por razones de trabajo ya que es el Gerente Regional de una empresa de
Autopartes. Contándome cómo había marchado todo me dijo: “Negocié para la
empresa dos contratos espectaculares que nos aseguran sustentabilidad por
muchos meses, con lo que estoy más que satisfecho. Además, estuve en la playa,
conocí gente interesante…. Lo único molesto fue la tonta de mi mujer se olvidó
de ponerme los calzoncillos en la valija”.
Ni bien Pablo, mi amigo en cuestión, terminó de decirme eso
me quedé de una pieza. Sólo alcancé a preguntarle: “¿Tu mujer te hace la valija
y además decís que es tonta porque se olvidó de poner algo en ella?”. La
discusión que sobrevino después, no viene al caso en este momento.
La segunda conversación la tuve en lo de una muy amiga que
tiene dos hijas pequeñas y que se separó de su marido hace dos años. Sólo que
ahora él volvió a vivir en la casa de ella (aunque en cuartos separados) porque
como él mismo confiesa: “No soy bueno gestionando mi vida. No se cocinar, no se
lavarme ni un calzoncillo y hasta que me organice, volví a vivir con mi ex
mujer y los chicos”.
Aunque este no es un tema nuevo ( el de los hombres que se
convierten en hijos de sus mujeres), me doy cuenta que en el último tiempo hay cada
vez más síntomas de esta tendencia. Como yo lo veo es un síntoma grave de
desorden familiar porque si el marido se convierte en un hijo más, su mujer pierde
un marido y gana un hijo que no le hace falta, y los hijos de ambos pierden un
padre y ganan un hermano que no necesitan. Una pésima inversión para todos, incluido el
varón, aunque este no se de cuenta. Como lo decía a Pablo, “es importante que
los varones quieran vivir con sus mujeres porque las aman y no porque las
necesitan para que les gestionen la
vida”.
Quizás, la solución esté en lo que dice Lorena: “Ninguna
mujer debería casarse con un hombre que no acredite tener al menos un año de
vivir solo”. En lo personal, no podría estar más de acuerdo.
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