Madres ¿con formato nuevo?
Ya casi nadie discute que la maternidad no tiene
una sola forma. De hecho, con parir no alcanza para serlo. En estos días, en
los que nos acercamos a la fecha que se eligió para celebrar a las madres, me
vienen a la mente, especialmente aquellas mujeres que por una o por otra razón no lo han
sido y hubieran dado mucho por tener esa alegría. Mujeres que por infertilidad
propia o la de sus maridos no engendraron, o porque no encontraron una pareja
con quien tener un bebé o porque no pudieron/se animaron a adoptar un niño que
otros habían abandonado…
En estos días me viene a la mente todo el
reservorio de amor maternal que hay en el mundo y que todavía no tiene destino.
Y es por esto que la historia de María y Ana (dos nombres ficcionales que
entrañan una historia real) me aparece con especial fuerza.
María formó pareja por segunda vez con un
hombre que tenía dos hijos cuando la conoció y
también clausurada su paternidad. Ella lo aceptó. Yo me imagino que tal
vez albergó la esperanza de que con el tiempo él cambiaría de opinión, de que
con los años lo convencería y tendrían juntos un bebé. Pero el tiempo pasó y
eso no sucedió. Cuando María estaba por cumplir 41 años, y diez de casada, la
crisis se desató. Ella no quería dejar de tener un hijo. Le rogó, se peleó,
amenazó con dejarlo pero él le respondía que la amaba con toda su alma, pero
que no quería otro hijo. El intentó convencerla de que mirara las cosas de una
manera diferente, pero María no podía. Estuvieron al borde del divorcio casi un
año y medio hasta que las aguas se aquietaron. Siguieron juntos, pero María
quería ser madre y ahí es cuando entra Ana en escena.
Ana vive en un Hogar para niñas que o bien
son huérfanas o bien sus padres no pueden o no quieren tenerlas en sus casas. Ella
es un doloroso ejemplo de esto último. Su padre no quiere vivir con ella y casi
nunca la visita. Tampoco su abuela. Por
esas cosas ¿inexplicables? de la vida, María comenzó a colaborar con este Hogar
y cuando conoció a Ana y su historia, pensó que tal vez había para ambas una
oportunidad y no solo tristeza. María se
fue acercando a Ana de a poco, dando un rodeo para ni asustarse ni asustar. Con
paciencia y con cariño empezó por llevarle libros y contarle las películas que
le gustaban. Después le enseñó a jugar a
las cartas y cuando ya tenían un vínculo, (previo acuerdo con las autoridades
del Hogar), la invitó a almorzar una mañana ventosa de mayo. Ana accedió con
precaución. Con los meses, la una se fue
acostumbrando a la presencia de la otra, a salir al cine, a comprar cosas y a
reírse de sus mutuas excentricidades. También tuvieron sus primeras
discusiones, siempre después de que el padre de Ana la visitara, las poquísimas
veces en las que lo hacía. La niña quedaba triste y rabiosa por semanas y se
desquitaba con María. Durante un tiempo María aguantó, aguantó todo con los
puños cerrados y la garganta anudada, no quería perder su relación con Ana.
Después de meses, de tires y aflojes se dio cuenta que se estaba poniendo
triste. Entonces reunió coraje y habló con Ana. Le contó cuanto la quería y
cómo disfrutaba de su compañía, pero que le dolía mucho que la maltratara.
Vinieron meses de impasse en los que Ana no quería ver a María o la citaba en horarios ridículos por lo
temprano a la mañana o lo tarde a la noche. María temía lo peor, temía que esa
niña que había aprendido a amar le cerrara definitivamente el acceso a su vida
y a su cariño, que la dejar fuera de su vida. Pero por aquello de milagroso que tiene el
amor, eso no fue lo que sucedió.
De a poco, Ana dejó de agredir a María y comenzó
a contarle lo que el duele, lo que le pesa y también a pasar los fines de
semana con esta mujer que la eligió para
hacerle de madre. Con todo lo que eso implica. A veces las salidas no son tan
idílicas, Ana es pre adolescente, y otras veces hasta se aburren, pero así es …
con tu madre, a veces te aburrís. Y así están hoy, después de tres años de
conocerse.
Cuento la historia de María porque cada vez
que he compartido su experiencia con mujeres que no tienen hijos y no han
dejado de desearlos, su experiencia resulta sanadora. También la comparto
porque por cada mujer que desea invertir su energía amorosa, hay una niña o un
niño que otros han malquerido. Y yo no puedo dejar de ver en esta realidad oportunidades
infinitas.
¡Feliz día a todas las madres reales y potenciales!
Que rica la historia !! Laburo en niñez y la historia promueve el contacto con esos niños que institucionalizados requieren del amor cuidado y contención de muchos otros dispuestos a " paternar " " maternar".
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Hay tantos niños que quieren besos y abrazos. Muchas gracias por tu comentario!
ResponderEliminarque linda historia!!! no me queda claro si la adoptó o solo la siguió visitando en el hogar. trabajo con familias y sé de lo difícil que es la adopción en la Argentina de hoy. gracias por compartir esto.
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