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martes, 13 de enero de 2015


¿Y si fuera yo?

El 3 de diciembre de este año, por orden de un juez federal,  se allanaron 37 habitaciones  del hotel Las Naciones que queda en Corrientes al 800 y se liberaron a 23 mujeres que eran explotadas sexualmente. Habían sido captadas por su situación de vulnerabilidad, porque al momento de unirse a esta red de tráfico, no habían encontrado ninguna otra forma de resolver la situación precaria en la que se encontraban. Según los testimonios, ninguna podía dejar esta actividad voluntariamente. Una vez adentro, adentro para siempre.

Lo que más me cuesta comprender no es cómo la actividad en este hotel, que está clavado en el centro mismo de la Ciudad de Buenos Aires, - queda a dos cuadras del Obelisco, a media del Teatro Gran Rex y también a media cuadra del Teatro Maipo-, podía llevarse adelante tan “abiertamente”, sino que de los diez procesados, los principales cuatro imputados son mujeres.  (Más info en http://www.lanacion.com.ar/1758995-diez-procesados-por-explotar-sexualmente-a-mujeres-en-un-hotel-del-centro-porteno).

Una mujer que explota a otra no tiene que hacer un salto mental para imaginar lo que sería estar obligada a prostituirse, una y otra vez, a lo largo de todo el día, todos los días. Las mujeres sabemos lo que es que un hombre entre en nosotras. Cualquiera de nosotras puede estremecerse ante la sola idea de que nuestro cuerpo sea usado, lastimado, avasallado de esa manera. Porque yo soy mi cuerpo y mi cuerpo soy yo. Quizás por eso me cuesta tanto entender que las principales cabecillas de esta red de trata de personas hayan sido mujeres. Una incluso vivía en Puerto Madero y se había comprado un Citroën C3 con el sudor de las 23 mujeres a las que esclavizaba. ¿Cómo es esto posible? Sencillo, las 4 cabecillas,  cuando miraban a aquellas a las que explotaban nunca se preguntaron, ¿y si fueran mis hermanas, mi madre, mis hijas? Nunca se preguntaron : ¿Y si fuera yo?

Como decía Calígula, el famoso tirano romano, en la extraordinaria obra de teatro publicada  por Albert Camus en 1944, “Cuando el dinero lo es todo, la vida no vale nada”.

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