Heidi en el acantilado de cristal
Por Marilen
Stengel
Cuando en 1986
el Wall Street Journal publicó un artículo que hablaba por primera vez del «techo de cristal» («Glass ceiling barriers»), quedó acuñado un término que daba y sigue dando cuenta de una
realidad tangible en la vida de muchas mujeres que trabajan: la
limitación velada al ascenso hacia las posiciones más altas dentro de las organizaciones. Y se lo llamó de esa forma, porque techo
alude a una barrera difícil de superar que se encuentra en la parte superior de
las organizaciones, y de cristal al hecho de que dichas
barreras son invisibles dado que no
existen leyes o dispositivos sociales oficiales que determinen una limitación
explícita en el derrotero laboral de las mujeres. Desde entonces se acuñaron
otros términos que también dan cuenta de estas limitaciones (aunque con otras
acepciones): techo de concreto, laberinto, suelo pegajoso y más recientemente, acantilado de cristal.
Aunque este último
término no es nuevo, apareció por primera vez en
2005 en la investigación “El Acantilado de cristal:
evidencia de que las mujeres están sobrerrepresentadas en posiciones precarias
de liderazgo”[i],
realizado por Michelle Ryan y Alex Haslam, profesores de la Universidad de
Exeter, Reino Unido, todavía es menos
conocido que los términos citados anteriormente. Pero, ¿qué es un acantilado
de cristal? Es básicamente un concepto que describe el fenómeno de mujeres
que llegan a posiciones de liderazgo como ejecutivas en el mundo corporativo o
como candidatas en elecciones durante períodos de crisis o de bajos resultados,
cuando las posibilidades de fracaso son más altas. El trabajo de Ryan y Haslam
que contiene estudios empíricos interesantes, muestra hasta qué punto se vuelve
“aceptable” el liderazgo de mujeres en situaciones desfavorables, algo que
tiende a desaparecer en tiempos “normales”.
En este punto me viene
a la mente el caso de María Eugenia Vidal, la Gobernadora de la Provincia de
Buenos Aires, que ganó las elecciones cuando pocos imaginaban que esto fuera
posible. Y al día de hoy hay buenas preguntas sin responder. Por ejemplo, ¿Por
qué Mauricio Macri confió un bastión con un caudal de votos tan inmenso como
estratégico a una verdadera desconocida, en vez de recurrir a una figura con un
perfil más alto? ¿Acaso no quería sacrificar una figura “relevante” en una
gesta “imposible”? ¿O realmente estaba convencido de que Vidal podía obrar el
milagro?
Sin duda la elección de
Vidal como candidata fue una gran sorpresa (aunque no lo sea a la luz de los
estudios de Ryan y Haslam), y también el éxito que aportó, uno sin el cual hoy
Macri no estaría ocupando la Presidencia. Lo cierto es que, la hasta hace poco
apodada Heidi, llegó al poder “gracias” al acantilado de cristal.
[i]Ryan, M. K., & Haslam,
S. A. (2005). The glass cliff: Evidence that women are over-represented in
precarious leadership positions. British Journal of Management, 16, 81-90 .
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