Potenciales machistas
Por Agustina
O'Donnell
Hace unos días escuché desde el
living de mi casa a dos chicos jugando y uno le decía al otro: “jugás como
una nena”, y se lo decía con la intención de agredirlo. No era la primera vez
que escuchaba un insulto así en boca de un varón pequeño, de hecho lo
había escuchado un montón de veces, y también recordé que lo mismo estaban
escuchando mis hijas desde sus habitaciones.
Comentarios de niños sin evidentes
visos de peligrosidad, pero si se suman a los mensajes que esos mismos menores
reciben desde su primer día de vida de los programas de tv y en particular de
las publicidades, llegué a pensar que quizás fuera ese el origen de potenciales
maridos, jefes, hermanos, o amigos machistas. Y en esta cruzada tendiente a
impedir nuevas generaciones de machistas no es menor el rol de las madres de
hijos varones. Y no hace falta que los hagan jugar con muñecas, como en Suecia
o Finlandia para mostrar una crianza acorde a los principios básicos y
elementales de la educación no machista.
Ser una nena no puede ser nunca un
insulto.
Hay que explicarles, ya desde chicos,
que ninguna madre es feliz si para su día le regalan un detergente,
por mejor fragancia que tenga, superhéroe incluido, que limpiar la
casa es lo que más odian hacer, igual que los hombres, ya que cuando pueden contratan a otros para que lo
hagan, en general mujeres; que los regalos de cupones de descuentos en spa de
uñas no son su meta ni su meca, que lo que quieren para su día es un buen
libro, o ir a ver un buen espectáculo o un buen descuento en
el service mecánico para su auto, porque ellas también tienen auto y
para ellas también el service es caro. Y si no, prefieren un ramo de
flores o un buen beso.
Hay que decirles también que no es
gracioso el aviso de la publicidad de una tarjeta de un banco en el que una
mujer aparece como una compradora compulsiva… Que les expliquen que así no son
las mujeres. Que su mayor placer es comprar para otros y, además, con su propia
plata.
Quizás sea casual, pero no hay nadie en
mi familia que responda al perfil de esta publicidad, ni hay tampoco en
las familias de mis amigas ni en las de mis colegas de trabajo, ni en los
ámbitos académicos a los que concurro donde cada vez hay más mujeres
académicas, ninguna de las cuales sacrificó proyectos personales para estar
ahí; todas ellas de clase media como yo. La realidad es que la clase baja no
tiene tarjeta de crédito y la clase alta no necesita campañas de publicidad
para gastar.
Es que no nos hace mejor sociedad solo
ser solidarios con las víctimas de los femicidios y asistir a todas
las marchas que se organicen. Lo que nos hace mejores es evitar engendrar
nuevos machistas y de ese modo que los actos machistas no lleguen, por la razón
que fuere, al brutal extremo del femicidio.
Y, sí, soy madre de dos mujeres, ¿se nota?
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